Editorial:

Orgullo australiano

ESTE AÑO se cumple el segundo centenario de la llegada a Australia de los primeros colonos británicos. Considerando tal acontecimiento como el acta de nacimiento de su país, los australianos están celebrando la efemérides con grandes fiestas populares. El 26 de enero, una masa inmensa, entre dos y tres millones de personas, se concentró en tomo al puerto de Sidney para conmemorar el desembarco, en 1788, de los primeros habitantes blancos. Eran convicts, presidiarios, que Londres enviaba a los antípodas para que, en condiciones de una extraordinaria dureza, creasen las bases para coloniz...

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ESTE AÑO se cumple el segundo centenario de la llegada a Australia de los primeros colonos británicos. Considerando tal acontecimiento como el acta de nacimiento de su país, los australianos están celebrando la efemérides con grandes fiestas populares. El 26 de enero, una masa inmensa, entre dos y tres millones de personas, se concentró en tomo al puerto de Sidney para conmemorar el desembarco, en 1788, de los primeros habitantes blancos. Eran convicts, presidiarios, que Londres enviaba a los antípodas para que, en condiciones de una extraordinaria dureza, creasen las bases para colonizar un continente totalmente desconocido. El bicentenario se celebra en un clima de orgullo comprensible: Australia es una de las sociedades más democráticas, abiertas y tolerantes del mundo, con un alto nivel económico y social.En un país que durante muchos años fue considerado, junto con los escandinavos, paradigma del Estado de bienestar impulsado por la socialdemocracia gobiernan los laboristas. Australia ha superado sus etapas de dependencia, primero de la Corona británica, luego de la hegemonía norteamericana. Durante la guerra de Vietnam envió incluso soldados a luchar con las tropas de EE UU. Pero esa experiencia provocó una evolución de los sentimientos populares, que los laboristas han sabido recoger, en favor de una política exterior más independiente.

A pesar del clima alegre que predomina en el bicentenario, los australianos no pueden olvidar que hay en su historia una página vergonzosa: el exterminio de la población indígena, sometida hasta fecha muy reciente al trato más inhumano que cabe imaginar. El laborismo introdujo ciertas mejoras en los años setenta. Los aborígenes son reconocidos legalmente como ciudadanos y tienen derecho de voto. Pero siguen condenados a unas condiciones de vida terribles. El 26 de enero, en las calles de un Sidney vacío, unos 15.000 aborígenes se manifestaron gritando que para ellos el bicentenario sólo les recuerda dolor y muerte. No es algo marginal, a pesar de que los aborígenes son numéricamente muy minoritarios. Política y culturalmente, representan un problema serio, que influirá sobre el futuro de Australia.

Otro problema grave que tiene Australia es el económico. A pesar de sus riquezas naturales, sufre las consecuencias de la crisis. Ello fomenta una inclinación hacia políticas neoliberales, de austeridad, incluso entre sectores del laborismo. Tal actitud amenaza la política de progreso social que con razón ha enorgullecido a los australianos.

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El bicentenario ha dado lugar a un debate profundo sobre su identidad. ¿Qué es Australia?, ¿qué será mañana? Con el aflujo de emigrantes de diversos países, sobre todo europeos, la raíz británica original se fue diluyendo en una sociedad multirracial, enriquecida por la variedad de aportaciones culturales. Hoy la barrera que durante mucho tiempo impidió la entrada de los asiáticos está quebrada. No cabe concebir la futura población australiana sin la incorporación de nuevos componentes, llegados de Indonesia y de otras partes del Pacífico.

Tal proceso ayudará a Australia a conservar sus rasgos como integradora de culturas diversas. Muchos de los Estados que han alcanzado su independencia en esa zona miran a Australia como al gran país vecino que mejor puede ayudarles. Australia asume ese papel y ello determina su posición internacional. Tiene todas las condiciones para ser un importante factor de estabilidad y progreso en una zona cuyo peso crece en la política mundial.

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