FASE FINAL DE UNA CRISIS BANCARIA

El saneamiento requirió una ayuda oficial de 340.000 millones

El saneamiento financiero de Banca Catalana ha requerido de 340.000 millones de pesetas procedentes de fondos públicos, de los cuales 33.000 fueron entregados a fondo perdido, y el resto, 307.000, eran créditos o compras de participaciones industriales parcialmente recuperables mediante su reventa. La recuperación económica de los últimos años, que ha revalorizado muchas acciones que rozaban en 1983 la categoría de activos fallidos, y la recuperación de Catalana han mejorado las perspectivas de recuperación de créditos y compras. Si en un primer momento se consideró que sólo se recuperaría un ...

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El saneamiento financiero de Banca Catalana ha requerido de 340.000 millones de pesetas procedentes de fondos públicos, de los cuales 33.000 fueron entregados a fondo perdido, y el resto, 307.000, eran créditos o compras de participaciones industriales parcialmente recuperables mediante su reventa. La recuperación económica de los últimos años, que ha revalorizado muchas acciones que rozaban en 1983 la categoría de activos fallidos, y la recuperación de Catalana han mejorado las perspectivas de recuperación de créditos y compras. Si en un primer momento se consideró que sólo se recuperaría un tercio de los 307.000 millones, las amortizaciones practicadas elevan considerablemente este porcentaje.El agujero o conjunto de activos ficticios ascendía, a 30 de junio de 1982 -inicio de la crisis-, a 63.855,6 millones de pesetas en el caso de Banca Catalana, y a más de 120.000 millones en el conjunto de su grupo bancario. A esta situación se había llegado por dos vías fundamentales: la tenencia de activos fallidos y la práctica de mecanismos financieros poco ortodoxos.

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Respecto a los activos fallidos, una auditoría realizada a 30 de junio de 1982 por Price Waterhouse establecía que correspondían a decrementos patrimoniales registrados en varias decenas de partidas, entre ellas los efectos en cartera no recuperables, los préstamos y créditos no recuperables, la minusvalía en inversiones en sociedades bancarias, el ajuste de depósitos de clientes no contabilizados y la falta de provisión de riesgos.

Las prácticas heterodoxas se iniciaron hacia 1972, según el sumario, cuando se creó una caja a través de la cual se pagaban extratipos y se compraban acciones de otras entidades o del propio banco para mantener su cotización vía autocartera. El reparto de dividendo a los accionistas, cuando la situación real del grupo bancario ya era de pérdidas, drenó también los recursos de Catalana. Entre 1974 y 1980 se distribuyeron 1.803 millones en concepto de dividendo, según cálculos incorporados al sumario.

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