Cartas al director

Crítica hiperbólica

Observo entre los conocidos una reacción ambivalente a las páginas culturales de EL PAÍS: se quejan, por una parte, de su monotonía, su provincialismo; se someten, por otra parte, a sus dictados, su recomendaciones. Les sucede de manera especial, con las páginas de Libros. He recorrido algunas de esas páginas en busca de unos poderes que justifiquen esa debilidad. Creo haber los reconocido en este gesto humillante: su crítica de libros prodiga menos los argumentos que las sentencias; es decir, no trata tanto de convencer como de intimidar. En un solo número, de apariencia ...

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Observo entre los conocidos una reacción ambivalente a las páginas culturales de EL PAÍS: se quejan, por una parte, de su monotonía, su provincialismo; se someten, por otra parte, a sus dictados, su recomendaciones. Les sucede de manera especial, con las páginas de Libros. He recorrido algunas de esas páginas en busca de unos poderes que justifiquen esa debilidad. Creo haber los reconocido en este gesto humillante: su crítica de libros prodiga menos los argumentos que las sentencias; es decir, no trata tanto de convencer como de intimidar. En un solo número, de apariencia despreocupada -el dedicado a recomendar lecturas para el verano (16 de julio de1987)- se advierten en seguida dos fórmulas comunes de esa intimidación. En primer lugar, las hipérboles infundadas. Establecer que, "sin duda", determinado relato "es la novela más significativa de la narrativa española reciente", no puede ser fruto de un análisis precavido, sino más bien de una chulería sin límites. Postular que cinco libros de poesía son "incuestionables" (si entiendo el uso de la palabra) equivale a ignorar las incertidumbresde la literatura, el interrogatorio sin fin que cualquier texto de algún valor habrá de suscitar. En sepindo lugar, la palabrería enrevesada, el histrionismo gratuito. Cuando todo el comentario que se ofrece sobre in libro es que se debe "leer,en alguna ciudad extranjera y, a ser posible, inquietanteinente populosa, donde, arrullados, por el mudo murmullo de algún idioma desconocido, recurriremos a sus páginas, etcétera", ¿qué se está diciendo? ¿Puede darse en esas palabras otro mensaje que la cursilería de su mero enunciado? Leo, una semana más tarde, en otra página de Libros: "Todo vale si, como en este caso, las frases de un libro recuerdan los gestos de un lactante ante la visión de algo que le excita". Señor director, con el debido respeto: el abuso reiterado de estas fórmulas a lo largo de páginas y de números me inclina a pensar que no es usted el mens intimidado o el menos débil desus lectores. ¿No convendría ya poner las reseñas de EL PAÍS en manos de verdaderos escritores, auténticos y diversos expertos en cada tema (algunos de los cuales bien pudieran no encontrarse en Madrid, ni en Barcelona, ni siquiera en este país?).- Luis Fernández Cifuentes.

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