Tribuna:

Seducción

Ya que estamos así, convendría intentar sacar el mejor partido de todo ello. Me refiero al SIDA y a la cautela que uno / una debe observar a la hora de zambullirse en los trajines de la carne. Y es que quizá la cosa tenga su parte positiva. Porque, vamos a ver, seamos sinceros: ¿en cuántos achuchones se han embarcado ustedes sin verdaderas ganas, achuchones del género tonto y compulsivo, nada más conocerse y zas, al grano, a un batallar de cuerpos presurosos, a un zafarrancho aburridísimo? ¿Y no se arrepienten ustedes cuando menos de alguna de estas gimnasias del abdomen, dotando a la palabra ...

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Ya que estamos así, convendría intentar sacar el mejor partido de todo ello. Me refiero al SIDA y a la cautela que uno / una debe observar a la hora de zambullirse en los trajines de la carne. Y es que quizá la cosa tenga su parte positiva. Porque, vamos a ver, seamos sinceros: ¿en cuántos achuchones se han embarcado ustedes sin verdaderas ganas, achuchones del género tonto y compulsivo, nada más conocerse y zas, al grano, a un batallar de cuerpos presurosos, a un zafarrancho aburridísimo? ¿Y no se arrepienten ustedes cuando menos de alguna de estas gimnasias del abdomen, dotando a la palabra arrepentirse no ya de un matiz moral, sino de la serena certidumbre de que esas horas sudorosas hubieran sido mucho mejor aprovechadas de haberse dedicado uno / una a leer, a escuchar música o incluso a espachurrarse las espinillas de la cara?Quienes estamos ahora entre los 30 y los 40 años tuvimos una primera juventud empeñada en glorificar el sexo rápido. Hacer manitas era una pérdida de tiempo, y el andarse con remilgos se consideraba anticuadísimo. Ahora empezamos a comprender, en cambio, que ir corre que te corre al hala-hala es una chapuza lamentable. El sexo es un misterio gozoso que se origina en las partes sin nombre, deambula morosamente por toda la superficie de los cuerpos y estalla por fin dentro del cráneo. Quiero decir que patalear sobre una cama es cosa fácil; lo difícil es crear la magia necesaria en el cerebro.

La prevención del SIDA, en fin, sin llegar a extremos paranoicos, puede devolvernos la finura del juego del amor. No hay nada tan excitante en el asunto de la carne como la descarnada seducción, la escaramuza previa. Se acabó esa zafiedad de meterse mano a trompicones a los dos segundos de encontrarse. Así, con unos días previos de conocimiento mutuo y coqueteo, nos ahorraremos unos cuantos amaneceres fatigosos y más de una relación impresentable. Amén de contribuir a la profilaxis general. Pero no lo digo por razones sanitarias, sino por gustirrinín y para mayor gloria de los cuerpos.

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