Políticas malsanas

Lo propio del hombre, antes como ahora, es trazar su camino, elegir. Y, contrariamente a lo que se ha escrito tan a menudo, entre 1940 y 1944 la elección no era fundamentalmente política sino cultural y al más alto nivel.Era una elección entre la civilización nacida en Europa y la barbarie nazi, nacida también en Europa. Una barbarie que se apoyaba en una falsa ciencia, en una historia reescrita y una filosofía demente para apuntalar sus abyectas teorías raciales, para basar sus sueños de hegemonía violenta, para imponer en todas las, esferas de expresión un arte pretendidamente viril, grandil...

Lo propio del hombre, antes como ahora, es trazar su camino, elegir. Y, contrariamente a lo que se ha escrito tan a menudo, entre 1940 y 1944 la elección no era fundamentalmente política sino cultural y al más alto nivel.Era una elección entre la civilización nacida en Europa y la barbarie nazi, nacida también en Europa. Una barbarie que se apoyaba en una falsa ciencia, en una historia reescrita y una filosofía demente para apuntalar sus abyectas teorías raciales, para basar sus sueños de hegemonía violenta, para imponer en todas las, esferas de expresión un arte pretendidamente viril, grandilocuente y vulgar. El nazismo no se impuso en Alemania a consecuencia de una derrota militar. Alemania se lo autoconcedió deliberadamente mediante elecciones libres. Se echó en brazos de Hitler creyendo que éste le salvaría de la crisis, del caos, del bolchevismo.

Alemania escogió. Y su opción era una elección de civilización. Eligió el orden y la autoridad contra la libertad y la democracia. Eligió la megalomanía contra el respeto del hombre. Rechazó una gran tradición cultural para lanzarse a una aventura criminal. Sin duda no eligió globalmente la exterminación de seis millones de judíos y las decenas de millones de muertos en la guerra, pero sí eligió el camino que, muy a corto plazo, posibilitaba esas innobles matanzas. Una elección cultural nunca es inocente.

21 de junio