Cartas al director

Quejas públicas

En una reciente aparición televisiva, el presidente del Gobierno, Felipe González, se quejaba de que los trabajadores que más presionan contra sus empresas, en demanda de mejoras laborales, son los del sector público, es decir, aquellos cuyas mejoras corren por cuenta del erario público, del bolsillo de todos los españoles. ¿Por qué no presionan del mismo modo los del sector privado?En esto tiene razón. Los trabajadores desarrollan, en este caso, una técnica parecida a la de los predadores en la naturaleza, que siempre persiguen a la presa, más débil, la más fácil de obtener. Cuando creen que ...

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En una reciente aparición televisiva, el presidente del Gobierno, Felipe González, se quejaba de que los trabajadores que más presionan contra sus empresas, en demanda de mejoras laborales, son los del sector público, es decir, aquellos cuyas mejoras corren por cuenta del erario público, del bolsillo de todos los españoles. ¿Por qué no presionan del mismo modo los del sector privado?En esto tiene razón. Los trabajadores desarrollan, en este caso, una técnica parecida a la de los predadores en la naturaleza, que siempre persiguen a la presa, más débil, la más fácil de obtener. Cuando creen que es imposible conseguirlo, renuncian a ello, se resignan, aunque ello suponga su muerte por inanición.

Sin embargo, este planteamiento oculta un hecho fundamental: en la actualidad, el poder consiste en el control de la actividad económica, y ese control está en manos del empresario. En un enfrentamiento directo, nada o muy poco puede, en estos momentos y me temo que por mucho tiempo, el trabajador contra el empresario. Su acción debe ser indirecta. El instrumento de esa acción es el Estado, personificado ahora por Felipe González. Cuando éste indica a los trabajadores que actúen directamente contra los empresarios, obra del mismo modo que si en la Edad Media, época en que el poder radicaba sobre todo en la fuerza física, un rey recomendara a sus vasallos que se defendieran por sí mismos de los abusos cometidos por los señores de la guerra. Ante una respuesta así sólo cabe otra pregunta: ¿para qué, sirve el Estado? Tiene algo de razón el señor González. Pero que no utilice su razón como tapadera de su sinrazón.

Otra cosa que me llamó la atención de su discurso fue el abuso que hizo de la palabra "trabajador" y "empresario", y su explícita defensa de la mecánica del sistema capitalista, que, según él, acaba beneficiando al trabajador. Dejó traslucir un tremendo conformismo de fondo con una división clasista en la sociedad que no parece muy acorde con su supuesta ideología socialista.-

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