Cartas al director

Mártires

En EL PAÍS del pasado día 18 de marzo se publicó un artículo titulado Mártires, firmado por el ilustre académico de la Lengua don Pedro Laín Entralgo, en el que refiriéndose a la noticia de la próxima beatificación de tres monjas asesinadas al principio de la guerra civil de la persecución religiosa, analiza el significado de la palabra mártir, que, según el Diccionario, por extensión, también lo es "la persona que muere o padece en defensa de otras creencias, convicciones o causas". En su ponderado escrito, llega pues a la conclusión de que si hubo mártires por defender su fe cr...

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En EL PAÍS del pasado día 18 de marzo se publicó un artículo titulado Mártires, firmado por el ilustre académico de la Lengua don Pedro Laín Entralgo, en el que refiriéndose a la noticia de la próxima beatificación de tres monjas asesinadas al principio de la guerra civil de la persecución religiosa, analiza el significado de la palabra mártir, que, según el Diccionario, por extensión, también lo es "la persona que muere o padece en defensa de otras creencias, convicciones o causas". En su ponderado escrito, llega pues a la conclusión de que si hubo mártires por defender su fe cristiana en la llamada Zona roja, también hubo por millares en la zona nacional por defender sus convicciones y una causa legítima, y, añado yo: no sólo durante la guerra civil, sino mucho después, de terminarse la contienda.Es evidente que la historia la escribe el vencedor, pero sus poderes no son eternos, y tarde o temprano resplandece la verdad, y, así, intelectuales de la talla del doctor Laín contribuyen con su brillante pluma a poner las cosas en su sitio. Si por defender sus principios religiosos sufrieron martirologio miles de españoles, uno, de los aspectos más execrables de aquel gran drama que vivió nuestra patria, igualmente fueron mártires los rniles de españoles que en la zona nacional fueron torturados y asesinados por defender una causa legítima y por el solo hecho de sus antecedentes políticos o sindicales.

Para terminar, suscribo totalmente el últinio párrafo del artículo dei señor Laín Entralgo, que dice: "Sí, hay que hacer que la guerra civil de 1936 pase, aunque sin olvido, a la historia. Pero esto no será posible mientras los herederos de todos los asesinados en ella, monjas o republicanos, cada uno con su particular concepción del pecado, no sepamos decir en alta voz, desde lo hondo de nuestras conciencias: todos pecamos".-

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