Cartas al director

Función del médico

Don Rafael Matesanz, en su carta al director del 21 de marzo, critica abiertamente el artículo aparecido en este mismo diario y firmado por Rosa Montero (14 de marzo) acusándola de excesiPasa a la página siguiente

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va visceralidad y de que "hacer gala de tales dosis de dogmatismo en cualquier rama de la ciencia, y en particular en biología, suele ser de los muy sabios o de los muy ignorantes". Pues bien, comenzaré diciéndole que en el mencionado artículo no se trata en absoluto de ciencia, sino de la sinrazón humana y de la falta de solida...

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Don Rafael Matesanz, en su carta al director del 21 de marzo, critica abiertamente el artículo aparecido en este mismo diario y firmado por Rosa Montero (14 de marzo) acusándola de excesiPasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

va visceralidad y de que "hacer gala de tales dosis de dogmatismo en cualquier rama de la ciencia, y en particular en biología, suele ser de los muy sabios o de los muy ignorantes". Pues bien, comenzaré diciéndole que en el mencionado artículo no se trata en absoluto de ciencia, sino de la sinrazón humana y de la falta de solidaridad. En cuanto a lo de la visceralidad, soy de la opinión de defenderla ante la ciencia.

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Lo más asombroso es que usted firma como médico y yo le pregunto: ¿sabe usted lo que significa ser médico?

En primer lugar, es una profesión, o mejor, su profesión, y como tal debería realizarla con toda dignidad y asumir los riesgos que se desprenden de su ejercicio, al igual que lo asume el minero (que baja cada día a la mina con el pánico de no volver a subir), el policía, el reportero y tantas otras profesiones de alto riesgo.

En segundo lugar, el espíritu que mueve a un médico es salvar vidas humanas y curar a los enfermos, al contrario de lo que ocurrió en una clínica de Pamplona, al negarse a intervenir a una joven por poseer anticuerpos del SIDA, acción que usted parede justificar aludiendo al riesgo de contagio.

Por último, le diré que en la historia de la humanidad siempre ha habido grandes pestes y enfermedades y grandes hombres que han sabido acabar con ellas aun a riesgo de su propia vida. Sirva de ejemplo Daniel Zagury, médico francés que se inyectó una vacuna contra el SIDA, exponiéndose deliberadamente al contagio. Con ello no estoy pidiendo a los médicos actos suicidas.

A pesar de todo, comprendo su miedo y su angustia ante el hecho de ser vomitado por un enfermo de SIDA y su terror a ser contagiado, pero comprenda usted la angustia de estos enfermos, la angustia de padecer el SIDA, de sentirse rechazado, marcado, solo... compréndalo, es todo cuestión de solidaridad.-

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