Editorial:

Salto a la fama

LA DECISIÓN del Comité Ejecutivo Nacional de Alianza Popular (AP) de presentar una moción de censura contra el Gobierno sólo puede interpretarse con el sabio refrán de que a río revuelto, ganancia de pescadores. El sucesor de Fraga al frente del partido conservador, Antonio Hernández Mancha, un abogado del Estado impulsivo y probablemente atropellado, considera que el actual momento, con la "sociedad movilizada en la frustración permanente", es "propicio para tal iniciativa". El dirigente de Alianza Popular interpreta con todo derecho y dudoso acierto que la protesta social le encarama al lide...

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LA DECISIÓN del Comité Ejecutivo Nacional de Alianza Popular (AP) de presentar una moción de censura contra el Gobierno sólo puede interpretarse con el sabio refrán de que a río revuelto, ganancia de pescadores. El sucesor de Fraga al frente del partido conservador, Antonio Hernández Mancha, un abogado del Estado impulsivo y probablemente atropellado, considera que el actual momento, con la "sociedad movilizada en la frustración permanente", es "propicio para tal iniciativa". El dirigente de Alianza Popular interpreta con todo derecho y dudoso acierto que la protesta social le encarama al liderazgo de la sociedad española. Por decirlo en su lenguaje, parece que Hernández Mancha aspira a ser el muerto en el velatorio, al que le han admitido como último doliente.Con una representación parlamentaria de 68 escaños, frente a los 184 del partido gobernante, no existe ninguna posibilidad de que tal moción prospere. El objetivo de la dirección aliancista sería, por tanto, en principio propagandístico: aprovechar la ola de protestas sociales actualmente en curso para intentar desgastar al Gobierno socialista, y singularmente la imagen de su presidente. Habida cuenta, sin embargo, de la ausencia manifiesta de alternativas del partido conservador a las reivindicaciones planteadas por los colectivos movilizados, puesta de manifiesto en el reciente debate sobre el estado de la nación, el objetivo ni siquiera llegaría a propagandístico, en sentido estrictó, y se quedaría apenas en publicitario: aprovechar la posibilidad de intervenir en el pleno -y sin límite de tiempo- que la legislación concede al candidato alternativo, aunque, no sea diputado, para presentar en sociedad a la que aspira ser la nueva figura de la derecha española.

Es su derecho, reconocido por el artículo 113 de la Constitución, y de hecho ya fue utilizado por el grupo socialista contra el Gobierno centrista de Adolfo Suárez en mayo de 1980. En aquella ocasión, el Gobierno superó la moción con sus 166 votos, 24 más que los de los grupos (comunista, andalucista y parte del mixto, además del socialista) que apoyaron la candidatura de Felipe González. Hernández Mancha reconoció ayer que su grupo no contaba con apoyos exteriores al mismo con vistas a la votación de la moción. Es más, la sorpresa manifestada por los otros grupos parlamentarios de la oposición augura que será superada en el desarrollo del debate. La evidente intención de cortocircuitar el protagonismo de otros liderazgos políticos como los de Adolfo Suárez y Óscar Alzaga no podrá pasar despercibida en esta. maniobra.

Pues no conviene olvidar que la aventura a que se ha lanzado el nuevo presidente de AP se produce en la proximidad de unas elecciones locales, autonómicas y europeas que habrían de servir de piedra de toque de las posibilidades de otras fuerzas de oposición al partido socialista. Esta iniciativa de AP ilumina, retrospectivamente, las verdaderas intenciones del partido de Hemández Mancha al plantear recientemente una enmienda que imposibilitaba en la práctica la presentación de Suárez como cabeza de lista de su partido alas elecciones europeas. Hernández Mancha aseguró ayer que su partido presenta la moción de censura "consciente de su papel como primer partido de la oposición". Tal vez se trate precisamente, antes que de desgastar al Gobierno de González, de afianzar esa primogenitura en el seno de la oposición que las elecciones de junio podrían poner en peligro.

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El joven presidente de AP pretendió ya el cuerpo a cuerpo con González en el debate del mes pasado. Su condición de senador, y no diputado, se lo impidió. Es posible que el debate ahora proyectado colme las aspiraciones en tal sentido acariciadas por el líder de Alianza Popular. No obstante, este tipo de caprichos puede resultar excesivo para los ciudadanos.

Más discutible parece que el resultado del mismo sirva, como pretende, para "devolver a las instituciones parlamentarias el prestigio que han ido perdiendo". Su antecesor, Manuel Fraga, se resistió varias veces a la tentación -y a las presiones de algunos socios más impacientes- de presentar una moción de censura contra el Gobierno socialista. Fraga, uno de los redactores de la Constitución, argumentó con buen sentido que el recurso a esa posibilidad constitucional debía reservarse para ocasiones realmente graves, de deterioro insalvable. de la acción del Gobierno, sin convertirla en un instrumento de política coyuntural. Mucho menos, en trampolín para el salto a la fama de aspirantes al título sin otra credencial que su afición y pundonor. Porque, aun concediendo el beneficio de la duda, no parece sensato pensar que el abogado del Estado Hernández Mancha tenga respuestas para el paro, la conflictividad estudiantil y todos los problemas que atenazan hoy el dinamismo de la sociedad española, constreñida en buena medida por el peso hegemónico del partido del Gobierno.

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