Informar en la URSS sigue siendo una frustración

Los defensores de la apertura informativa en la URSS chocan con enormes dificultades, que van desde los temas prohibidos -tales como los problemas en los países socialistas o en los partidos comunistas- hasta la represión de la crítica, pasando por la falta de equipos de trabajo, cámaras fotográficas, magnetófonos y cintas. Las frustraciones de los periodistas y propagandistas políticos soviéticos en la etapa de la perestroika (reestructuración) emprendida por el líder Mijail Gorbachov están siendo expresadas en Moscú en el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de la URSS, que ha reunido aq...

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Los defensores de la apertura informativa en la URSS chocan con enormes dificultades, que van desde los temas prohibidos -tales como los problemas en los países socialistas o en los partidos comunistas- hasta la represión de la crítica, pasando por la falta de equipos de trabajo, cámaras fotográficas, magnetófonos y cintas. Las frustraciones de los periodistas y propagandistas políticos soviéticos en la etapa de la perestroika (reestructuración) emprendida por el líder Mijail Gorbachov están siendo expresadas en Moscú en el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de la URSS, que ha reunido aquí a más de 700 delegados representantes de unos 80.000 profesionales de la información y la propaganda.

Los bajos sueldos, la falta de locales de reunión, la pérdida de prestigio de la profesión, los conflictos con los órganos locales del partido, la poca rentabilidad de la prensa local y las relaciones entre prensa regional y central son algunos de los motivos de queja de los participantes en este congreso, que fue inaugurado el pasado sábado en presencia de Igor Ligachov, miembro del Politburó que sigue, al parecer, ocupándose de los temas de ideología.Es éste el primer congreso en su genero que los corresponsales occidentales pueden seguir directamente en el local donde se celebra -la Casa de los Sindicatos- sin limitaciones para conversar con los delegados. En ocasiones anteriores, tales como el congreso de los escritores, el de los cineastas o el de los sindicatos, el acceso al lugar de celebración estaba prohibido.

La resistencia a la glasnost (transparencia informativa) preconizada por la dirección soviética quedó plasmada en las palabras del delegado V. Linguis, representante de un periódico juvenil de Lituania. Según Linguis, antes las autoridades locales del partido prohibían publicar los temas críticos, y ahora preguntan: ¿y para qué va usted a publicarlo, joven?

Aleksander Bovin, del diario gubernamental Izvestia, uno de los comentaristas de política internacional más famosos de la URSS, denunció a los ministerios de Exteriores y de Defensa y al Comité Central por considerar que la opinión de un comentarista soviético equivale a la opinión oficial de la URSS y, en consecuencia, proceder prohibiendo uno u otro tema.

"El miedo a molestar a los que mandan y a los altos mandos militares prevalece", según Bovin, "sobre el derecho del ciudadano a estar informado. Cuanto mejores son las relaciones de la URSS con un país, tanto más difícil resulta realizar un análisis científico de lo que allí sucede. Si se normalizaran las relaciones con EE UU, se nos acabaría el último tema".

La interferencia de emisoras occidentales, que han sido hasta ahora fuente de información de muchos acontecimientos sobre los que no ha informado la Prensa soviética, es, según Bovin, un reconocimiento implícito de la propia incapacidad para dar una respuesta a las necesidades informativas del ciudadano. Bovin se mostró partidario de la organización de debates televisivos con nuestros enemigos de clase, políticos y periodistas occidentales, para responder a sus argumentos.

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El derecho a conocer el punto de vista occidental fue defendido también por Kravehenko, subdirector de la radiotelevisión soviética, que consideró los programas internacionales en directo como los más difíciles y se refirió a la oposición que han provocado los telepuentes, unos programas de debate entre ciudadanos soviéticos y ciudadanos norteamericanos, que han sido acusados de permitir la entrada de la contrapropaganda en las pantallas soviéticas.

Por una actitud más defensiva frente al exterior se pronunció A. Kirilov, un periodista militar de Por la Patria, una publicación editada en la región militar del Báltico. Advirtió Kirilov que el "imperialismo se apresta a la guerra con las armas y con la ideología"; lamentó que los periódicos no escriban sobre las grandes dificultades que tiene el Ejército y señaló que los jóvenes están mal preparados ideológica y físicamente.

El redactor jefe de Pravda Víctor Afanaslev, presidente de la Unión de Periodistas, consideró que la "difusión de temas pacifistas y cosmopolitas" que afectan a la conciencia y actuación de una parte de los soviéticos es un punto débil de la educación ideológica. En un discurso de tono conservador, Afanasiev se mostró partidario de contraponer a estas tendencias la educación patriótica y el amor a la patria, ya que, dijo, lo periodistas soviéticos son soldados del partido.

El observador de Pravda, luri Zhukov, por su parte, pronunció de forma favorable el nombre de Stalin en dos ocasiones y propuso poner en práctica las disposiciones sobre la Prensa de 1946. En aquel año, el máximo responsable de propaganda del Kremlin, el yerno de Stalin, A. Zhdanov, inició una campaña de persecución de intelectuales que desembocó en una época de férreos controles sobre la Prensa, censura y glorificación del sistema con tintes antisemitas.

El presidente de la Comisión Estatal de Fotografía, Kosposov, llamó la atención sobre la pobreza de imágenes de la Prensa soviética y dijo: "Si se miran ustedes ahora unos a otros, verán qué diferentes son entre sí. Pero si mañana salen fotografiados en los periódicos, verán que son todos iguales". Pravda sigue en la actualidad retocando las fotos de los dirigentes, incluida la de Mijail Gorbachov, a quien se le elimina una mancha de nacimiento que tiene en la frente.

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