Tribuna:

Refugios atómicos

Pese al accidente de Chernobil, los distintos países van a seguir construyendo centrales nucleares. fiara su utilización pacífica y para su utilización bélica. Quizá con medidas de seguridad más rigurosas, quizá con controles internacionales más eficaces. Pero continuaremos construyéndolas. Y en cuanto se produzca alguna escasez de petróleo, o un aumento del precio de éste,, dejaremos a un lado nuestros últimos escrúpulos. La economía está hambrienta de energía. La política de poder tiene hambre de armas. La experiencia de los últimos 40 años, desde las explosiones de las bombas de Hiroshirna ...

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Pese al accidente de Chernobil, los distintos países van a seguir construyendo centrales nucleares. fiara su utilización pacífica y para su utilización bélica. Quizá con medidas de seguridad más rigurosas, quizá con controles internacionales más eficaces. Pero continuaremos construyéndolas. Y en cuanto se produzca alguna escasez de petróleo, o un aumento del precio de éste,, dejaremos a un lado nuestros últimos escrúpulos. La economía está hambrienta de energía. La política de poder tiene hambre de armas. La experiencia de los últimos 40 años, desde las explosiones de las bombas de Hiroshirna y Nagasalki hasta hoy, nos dice que no debemos tener confianza en la sensatez de los seres humanos, que no debemos creer en los buenos propósitos cuando están por medio los intereses económicos y el poder. Los verdes y los ecologistas podrán acabar prevaleciendo en algunos países, pero no en todos. Y la reciente experiencia de la nube radiactiva nos demuestra, sin duda alguna, que aun cuando en un país dado no haya ninguna central nuclear no por ello desaparece el peligro. En unos días el viento transportó la radiactividad a 3.500 kilómetros de distancia. En una semana podría transportarla a 10.000.

Aun sin pensar en una guerra atómica entre Estados Unidos y la URSS, existe además un peligro de guerras atómicas imitadas, de sabotajes o de actos de terrorismo. También en este caso el proceso puede tener comienzo en algún lugar incluso muy lejano, y sin que el país en que vivimos sea mínimamente responsable. El daño es independiente de la acción. La maldición atómica cae sobre el culpable y sobre el inocente, y de la misma manera.

Pero la experiencia de Chernobil nos ha mostrado nuestra total y patética impotencia. Una buena parte de Europa ha vivido en estos años como si el peligro nuclear no existiese. Mientras avanzaba la nube radiactiva, el Gobierno, los técnicos, repetían que "la situación está controlada". Lo que querían decir es que estaban midiendo los niveles de radiactividad, que estaban constatando su peligroso aumento. Pero si la radiactividad hubiese sido mortal, no hubieran podido hacer nada. En nuestros países no hay refugios atómicos, no hay suficientes unidades sanitarias especializadas y dotadas de instrumentos modernos. En las farmacias no existen ni siquiera los fármacos más elementales. En realidad, no hay nada "bajo control".

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Después de Chernobil, todos los países, incluidos los nuestros, todas las ciudades, incluidas las nuestras, todos los individuos, incluidos nosotros, debemos prepararnos para la defensa activa respecto del peligro atómico.

He mantenido en varias ocasiones la tesis de que el refugio atómico es el otro rostro del armamento. El armamento, en efecto, no está formado sólo por los medios de ataque, sino también por los de defensa, es decir, no sólo por la lanza, sino también por el escudo. En la carrera de armamentos quien se proveía de refugios atómicos lo hacía, para poder desencadenar su propia represalia. También el escudo espacial estadounidense en caja en esta lógica. Es un escudo, pero, como todo escudo, es un arma.

Después de Chernobil esta ecuación ya no sirve. Si también el inocente puede ser dañado al igual que el culpable, si el pacífico puede ser muerto en lugar del violento, entonces la defensa deja de ser un arma. Se convierte en una protección indispensable, en un refugio, en un medio elemental de supervivencia, en un deber. Ya que no podemos impedir, que los demás construyan centrales atómicas y arsenales nucleares, sino que resultamos perjudicados directamente, debemos construirnos un sistema de defensa. Es nuestro deber hacerlo así. Es deber nuestro considerarlos una de las prioridades de nuestro sistema económico, e incluirlos en la lista de nuestros grandes proyectos.

Nosotros también, como han hecho Suiza y otros países, debemos construir un sistema de refugios atómicos donde la gente pueda refugiarse, donde pueda hallar alimentos no contaminados, fármacos adecuados para hacer frente al peligro, máscaras, monos, instrumentos de socorrismo para quienes se hallen en peligro. También nosotros debemos elaborar un sistema de protección estructurado, en parte público y en parte privado, sirviéndonos de la experiencia de los países que ya lo poseen.

No debemos pensar en un sistema de refugios que permitan hacer frente a una guerra atómica. Contra esto no existe ningún, escudo realmente eficaz. Contra el peligro de la guerra atómica hay solamente un sistema de defensa seguro: no desencadenarla, acabar con los arsenales, evitar toda ocasión de conflicto.

Lo que debemos empezar a construir es un sistema de refu.. gios que nos protejan de los peligros atómicos menores y respecto de los cuales, políticamente, no podemos hacer nada. Es decir, los peligros que en el futuro el desarrollo de la industria nucleair crea o va a crear inevitablemente. Un sistema de refugios y de instrumentos que deberíamos proyectar con el mismo espíritu con el que se proyectan hospitales contra las enfermedades, o arcenes contra las inundaciones de los ríos, depuradoras contra la contaminación, bombas contra los incendios y cerraduras contra los ladrones.

La protección atómica es una necesidad del mundo moderno. Una necesidad desagradable. Algo que hemos ido aplazando hasta hoy y que nos gustaría aplazar de nuevo porque es caro, porque hay otras muchas cosas que hacer. Pero no podemos permitírnoslo.

Nos somos nosotros quienes decidirnos qué peligros nos ame nazan. Y si nos amenazan mortal mente es inútil protestar o buscar responsabilidades. Lo que hay que hacer es hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitarlo, y en seguida, lo antes posible. Estudiando de la manera más racional los métodos que adoptar, utilizan do y aprovechando todolo que el progreso técnico nos ofi-ece. Por desgracia, cada desastre producido por el progreso tecnológico sólo puede paliarse con una nueva intervenció ' n tecnológica. La expe riencia ha demostrado que no hay otros caminos. En esta fase del de sarrollo científico-técnico-económico debemos encontrar refugios, métodos, instrumentos técni cos que nos defiendan de la conta minación nuclear. Quizá mañana el progreso tecnológico hará que las centrales nucleares sean ino fensivas, y quizá, mañana otros descubrimientos permitan superar la tecnología nuclear. Pero hoy por hoy, y, por lo que podemos prever razonablemente, en las próximas décadas, tenemos esta tarea, esta obligación,u la que te nemos que enfrentarnos. Es un deber que tienen todos los países, cada ciudad, incluida la nuestra, cada individuo, incluido uno mismo. Es un deber más, y seríamos culpables si lo ignorásemos.

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