Cartas al director

La discriminación en el padrón municipal

No se puede dejar de sentir cierto estupor ante los juicios de valor implícitos e inconscientes -los más peligrosos- que aparecen en las hojas del padrón municipal que se nos solicita rellenar.Atendiendo al orden de inscripción de los residentes en la vivienda, se nos dice que ha de constar en primer lugar la persona principal, seguida de la esposa, hijos, etcétera, dando por sentada esa categoría principal de un marido. (En el dorso de la hoja se explica que la principalidad será asignada por los integrantes de la vivienda, añadiendo después el cónyuge -casu...

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No se puede dejar de sentir cierto estupor ante los juicios de valor implícitos e inconscientes -los más peligrosos- que aparecen en las hojas del padrón municipal que se nos solicita rellenar.Atendiendo al orden de inscripción de los residentes en la vivienda, se nos dice que ha de constar en primer lugar la persona principal, seguida de la esposa, hijos, etcétera, dando por sentada esa categoría principal de un marido. (En el dorso de la hoja se explica que la principalidad será asignada por los integrantes de la vivienda, añadiendo después el cónyuge -casualmente no se especifica cuál- y las demás personas).

El Ayuntamiento, por lo visto, no considera iguales en principalidad, como reza nuestra Constitución, a las mujeres casadas, solteras, viudas o separadas -incluso con otras personas a su cargo que no tienen esposa; tampoco a los amigos/as que conviven sin seguir un esquema familiar, ni a las parejas, legalizadas o no, que comparten por igual las responsabilidades y gastos de la vivienda, etcétera.

Hubiera bastado con sustituir la desafortunada fórmula de valoración gratuita por otra más respetuosa y práctica, como por ejemplo: "Consígnese en primer lugar la persona convenida como titular de la vivienda y a continuación los restantes residentes en la misma". (Relación por edad, etcétera).

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Estos patinazos de las respetables entidades oficiales demuestran, una vez más, no sólo la per- sistencia soterrada de ciertos prejuicios educacionales, sino la incongruencia de pretender actualizar un padrón sin adaptarse a la realidad de los tiempos que corren-

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