Editorial:

Desafío a Marcos



A LOS tres días de las elecciones presidenciales en Filipinas no se han proclamado aún los resultados oficiales. El hecho es en sí sumamente signíficativo, y, desde luego, no se debe a deficiencias técnicas. El problema de fondo es que, a todas luces, las urnas dan una ventaja sustancial a la candidatura de la oposición, encabezada por Corazón Aquino, y el aparato estatal, la comisión oficial de recuento y el propio Parlamento, cuya mayoría está ampliamente controlada por el dictador Marcos, no se han atrevido hasta ahora ni a reconocer la realidad-y aceptar así que Filipinas va...

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A LOS tres días de las elecciones presidenciales en Filipinas no se han proclamado aún los resultados oficiales. El hecho es en sí sumamente signíficativo, y, desde luego, no se debe a deficiencias técnicas. El problema de fondo es que, a todas luces, las urnas dan una ventaja sustancial a la candidatura de la oposición, encabezada por Corazón Aquino, y el aparato estatal, la comisión oficial de recuento y el propio Parlamento, cuya mayoría está ampliamente controlada por el dictador Marcos, no se han atrevido hasta ahora ni a reconocer la realidad-y aceptar así que Filipinas va a entrar en una nueva etapa - ni a proclamar unos resultados totalmente falsificados para dar la victoria a Marcos, con el peligro evidente de que ello pueda provocar una indignación del pueblo y situaciones de violencia. Ferdinand Marcos ha sido siempre un maestro en la falsificación de los resultados electorales. Sus 20 años de poder han tenido como constante reiteradas consultas electorales marcadas por la violencia y el engaño, y con resultados siempre brillantísimos para él: el 90% en el referéndum de diciembre de 1977, el 75% para aprobar unas modificaciones electorales en abril de 1981, etcétera. Marcos es un político que se ha mostrado capaz de recurrir a todo, incluso a la eliminación física de sus adversarios, y una gran parte de la opinión pública, en Filipinas, en EE UU y en numerosos países, está convencida de que fue el verdadero responsable del asesinato de Benigno Aquino. ¿Frente a un presidente acostumbrado a emplear métodos de ese género puede tener eficacia una contienda en el terreno electoral, cuando además dicho presidente se ha negado a dejar el poder, al menos provisionalmente, en el período de la consulta? Marcos convocó las elecciones que acaban de tener lugar cuando sintió que en EE UU crecía una corriente partidaria de apoyar una alternativa democrática. Pero dicha convocatoria desencadenó en lo profundo de la conciencia popular filipina una reacción que Marcos no podía prever. En primer lugar, una reacción de unidad: Corazón Aquino, con una voluntad entusiasta, un gran carisma y el símbolo de su marido asesinado, logró plasmar una candidatura única junto a un político experimentado como Salvador Laurel, de influencia en medios empresariales. Es una alternativa, sin duda, radical en su oposición a la corrupción de Marcos, pero a la vez moderada. La Iglesia filipina, con el cardenal Jaime Sin, se decantó netamente por el apoyo a esta opción, mientras EE UU adoptó una actitud más vigilante que en otras ocasiones; y la Administración envió una comisión, presidida por el senador republicano Richard Lugar, para que estuviese presente y controlase la autenticidad de las elecciones.

Un factor que está impidiendo a Ferdinand Marcos actuar como en las anteriores elecciones es que la oposición democrática y sectores independientes, con la ayuda de la Iglesia y de las universidades, constituyeron un organismo (NAMFREL), integrado por unos 500.000 voluntarios, para controlar el recuento de votos. Los resultados de este organismo indican, a partir de un porcentaje de votos ya muy elevado, una victoria de Corazón Aquino con una diferencia cercana al millón de votos. Otro dato muy significativo es que la propia comisión de recuento oficial atribuye a Marcos una ventaja reducidísima; lo cual, si se recuerda lo que es esa comisión, equivale casi a reconocer su fracaso. Marcos parece colocarse en una actitud defensiva, insistiendo en que hace falta "esperar" a los resultados oficiales definitivos. Sin duda, tiene aún abierto el camino de la violencia, la eventualidad de hacerse fuerte, de proclamar el estado de sitio. Pero ya no podrá presentarse ante el mundo como elegido limpiamente en las urnas. La actitud de EE UU, que ejerce una influencia considerable por razones históricas, y en particular por su ayuda económica y por su presencia milítar, tendrá una importancia fundamental. Los comentarios norteamericanos después de las elecciones, empezando por los del senador Luger, denuncian a Marcos con una nitidez tajante; The New York Times escribe que la conducta de éste ha causado en Washington "decepción, frustraciones e indignación". El Gobierno norteamericano está acostumbrado a considerar a Marcos como la mejor garantía para la defensa de sus intereses. Pero el fracaso que acaba de sufrir es muy grave; y la Casa Blanca deberá pensar que si se cerrase el camino a una evolución política democrática ' representada hoy por Corazón Aquino, ello provocaría una radicalización masiva en beneficio de las guerrillas comunistas.

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