ELECCIONES PRESIDENCIALES EN PORTUGAL

Los poderes de Belem

La jefatura del Estado de Portugal -que ha de desempeñar una persona de origen portugués y mayor de 35 años, según la Constitucion- cuenta con unos poderes relativamente limitados, por lo que no dejan de producirse continuas decepciones entre lo que el elector espera del Palacio de Belem y la capacidad que su inquilino tiene de satisfacer las expectativas."Juro por mi honor desempeñar fielmente las funciones en que quedo investido y defender, cumplir y hacer cumplir la Constitución de la República Portuguesa", es la fórmula acuñada por la carta magna, mediante la cual el jefe del Estado electo...

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La jefatura del Estado de Portugal -que ha de desempeñar una persona de origen portugués y mayor de 35 años, según la Constitucion- cuenta con unos poderes relativamente limitados, por lo que no dejan de producirse continuas decepciones entre lo que el elector espera del Palacio de Belem y la capacidad que su inquilino tiene de satisfacer las expectativas."Juro por mi honor desempeñar fielmente las funciones en que quedo investido y defender, cumplir y hacer cumplir la Constitución de la República Portuguesa", es la fórmula acuñada por la carta magna, mediante la cual el jefe del Estado electo toma posesión ante la Asamblea de República, al octavo día de la publicación oficial de los resultados.

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A grandes rasgos, los poderes del presidente estriban en su capacidad de veto y en su influencia, algo siempre dificil de precisar, derivada de su condición de "garante del regular funcionamiento de las instituciones democráticas".

El presidente puede devolver a la Asamblea una ley que no le guste, pero si,este proyecto es ratificado por la mayoría absoluta de los diputados, la ley sale adelante, con lo que el jefe del Estado únicamente ha conseguido aplazar su entrada en vigor.

En el caso de que no exista tal mayoría, el Parlamento redacta un nuevo proyecto y lo eleva al Palacio de Belem, que puede, o no, rechazarlo de nuevo. En el primer supuesto se repite el proceso.

Al presidente también le compete, entre otras cuestiones, "pronunciarse sobre todas las emergencias graves para la vida de la República".

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El entusiasmo electoral, pues, no se ve correspondido por un poder real. Algunos medios lisboetas proponen una doble salida para resolver esta contradicción: o reducir el impacto popular de estos comicios, dejando que sea el Parlamento el que elija al jefe del Estado, o atribuir al presidente mayores capacidades ejecutivas.

"Camínese en uno u otro sentido", editorializa el semanario Expresso en su último número "lo peligroso es mantener la actual situación, que convierte las elecciones presidenciales en una siembra de ilusiones que dificilmente dejarán de acabar en el campo de la desilusión".

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