Editorial:

El dinero del petróleo

LA CAÍDA de los precios del crudo ha repetido una conmoción internacional demasiado frecuente en los últimos tiempos. Los movimientos especulativos y un invierno de climatología más benigna de la esperada se enumeran como causas desencadenantes. En el fondo de esta nueva sacudida económica se encuentran la desarticulación producida en el consorcio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y la batalla que libra cada uno de los países productores por asegurarse a su aire una cuota de mercado. Las previsiones situaban para la próxima primavera el despeñamiento de precios que h...

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LA CAÍDA de los precios del crudo ha repetido una conmoción internacional demasiado frecuente en los últimos tiempos. Los movimientos especulativos y un invierno de climatología más benigna de la esperada se enumeran como causas desencadenantes. En el fondo de esta nueva sacudida económica se encuentran la desarticulación producida en el consorcio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y la batalla que libra cada uno de los países productores por asegurarse a su aire una cuota de mercado. Las previsiones situaban para la próxima primavera el despeñamiento de precios que ha anticipado la suavidad invernal.Desde la posición española es fácil celebrar este abaratamiento del crudo. Las compras que España hace a los países productores son, en general, superiores a las exportaciones que dirigimos a ellos. No es probable que se dé aquí una simetría suficiente para que lo que ellos pierden en ingresos repercuta con el mismo grado sobre su disminución de compras a nuestro país. Para España, pues, la caída de los precios se trata de un beneficio neto, que puede quedar mermado en parte por el efecto total en la coyuntura internacional y por las repercusiones negativas que se ciernen sobre países con los que mantenemos una relación comercial más intensa.

Pero es preciso avisar de que los cambios bruscos en la economía nunca resultan buenos para la coyuntura internacional. Los espasmos en los niveles de precios, a la baja o la alta, conmueven las bases en la que se apoyan las políticas económicas de los Gobiernos. A naciones como México, Nigeria o Venezuela, deudoras de altísimas sumas, la disminución de rentas a partir de lo que es su principal fuente de divisas puede hundirles más en la bancarrota y en la desesperación social. Con la caída del precio del petróleo, los países de la OPEP, que ya a lo largo de 1985 descendieron sus importaciones a un ritmo del 20%, pueden incrementar esta tendencia, que dificultará aún más la expansión del comercio mundial. Sin esta expansión del comercio es inútil intentar salir de la crisis generalizada que ahonda día a día las diferencias entre los países industrializados y los más pobres.

Al conocer la noticia del descenso en el precio del crudo, que se ha colocado en un precio real similar al de 1974, Larry Speakes, portavoz de la Casa Blanca, ha declarado que el "efecto es globalmente favorable para la economía mundial, en la medida en que ello favorece la continuación del crecimiento económico". Sin embargo, ello ha de depender de las medidas, expansivas o no, que decidan adoptar los Gobiernos. En los últimos años se ha discutido sobre la necesidad de que países como la República Federal de Alemania hicieran de locomotora de la reactivación. Pero lo cierto es que allí se ha preferido, en beneficio de mantener una inflación de aproximadamente sólo un 2%, no aventurarse en estimular la economía. La reciente y fracasada reunión de las cinco naciones más ricas para decidir una baja de los tipos de interés es otra prueba de la resistencia a cambiar las medidas de política económica. Si allí fue decisiva la oposición del Reino Unido, menos esperable es que ahora, afectada por la caída del precio del petróleo hasta niveles que comprometen sus beneficios en el mar del Norte, vaya a variar su criterio. Empeñada en la defensa de su moneda, a la que ha deteriorado el seísmo del precio del crudo, es seguro que sostendrá sus tipos de interés a los actuales o superiores niveles. Mientras el mercado financiero mantenga elevados tipos de interés, la canalización de las inversiones hacia sectores productivos será más difícil, y el relanzamiento de la economía y la creación de puestos de empleo, más dudosos.

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La necesidad de que entre los países de la OCDE se adopten políticas expansionistas se revela cada vez más perentoria. Seguramente, como empiezan a declarar las autoridades españolas, la tentación de emplear los suculentos ingresos por fiscalidad de estos combustibles en enjugar los déficit públicos es clara. Pero debería también plantearse si es coherente contar con unos excedentes en la balanza por cuenta corriente española de unos 4.000 millones de dólares a final de año y no atender a un cierto expansionismo que aliviara la cifra de casi tres millones de parados.

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