Rigoberta Menchú

Indígena quiché de Guatemala, recorre el mundo para denunciar la violación de los derechos humanos en su país

Rigoberta Menchú, indígena quiché de Guatemala, ha luchado denodadamente por conseguir ante la Asamblea General de la ONU el respaldo del Gobierno español a una denuncia de la oposición guatemalteca sobre la violación de los derechos humanos en su país. Miembro de la representación unitaria de la oposición, Rigoberta ha recorrido el mundo varias veces desde 1981, y hace días España, denunciando las condiciones bajo las que vive el pueblo de Guatemala, señaladamente la mayoría indígena.

Rigoberta Menchú pertenece a la etnia de los quichés, herederos directos de los mayas, que habitan...

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Rigoberta Menchú, indígena quiché de Guatemala, ha luchado denodadamente por conseguir ante la Asamblea General de la ONU el respaldo del Gobierno español a una denuncia de la oposición guatemalteca sobre la violación de los derechos humanos en su país. Miembro de la representación unitaria de la oposición, Rigoberta ha recorrido el mundo varias veces desde 1981, y hace días España, denunciando las condiciones bajo las que vive el pueblo de Guatemala, señaladamente la mayoría indígena.

Rigoberta Menchú pertenece a la etnia de los quichés, herederos directos de los mayas, que habitan la zona noroeste de Guatemala. Su mirada esconde la sagacidad y el aplomo de sus antepasados, algunos de cuyos abalorios cuelgan de su cuello.Viste el huipil de hilo blanco brillante, característico de las mujeres de su etnia, bajo el cual se muestra el azul encendido de una blusa celeste a juego. Su falda de colores vivos (le llaman corte) va fajada por un retal estampado que cierra su vientre.

Sexta hija de un matrimonio que le dio ocho hermanos más, sus padres cultivaron la tierra en San Miguel de Ospantán, donde ella nació hace 25 años. Nunca tuvo estudios. Pasó su infancia recogiendo algodón, cultivando café y macheteando caña. Desde muy niña, comprendió que ser mujer, indígena y guatemalteca, eran tres escollos casi insuperables para llegar a ser persona.

"Desde 1954 los militares son los señores de Guatemala. Los militares y los terratenientes, que ya son una misma cosa, nos echaron de nuestras tierras y convirtieron mi pueblo en una masa de mozos colonos, que dependía de ellos para sobrevivir", dice pausadamente.

El 31 de enero de 1980 comprendió que su vida había de seguir un rumbo distinto. Su padre, Vicente Menchú, se encerró con una treintena de campesinos en la sede de la Embajada de España en Ciudad de Guatemala, para denunciar al mundo los estragos que los militares continuaban causando en el Quiché a costa de los indígenas.

"Mi papá fue quemado vivo junto con sus compañeros, por una bomba incendiaria que contra ellos lanzaron la policía y el ejército, que asediaban el recinto". De aquel asedio logró sobrevivir, milagrosamente, el diplomático español Máximo Cajal. La madre de Rigoberta, Juana Tum, fue asesinada poco después, lo mismo que sus hermanas Patrocinio y Marta y sus hermanos Felipe y Nicolás. Cuando sus palabras dibujan este relato, su mirada se abate y se nubla de sombra. Súbitamente se yergue. Habla con orgullo: "Tengo la esperanza de que dos de mis hermanas viven aún, enmontañadas. Eligieron la lucha guerrillera en las montañas y allí combaten junto a mi pueblo, que ha subido a la sierra con sus ancianos y sus niños para sobrevivir a las matanzas. A ellas dedico mi actividad por el mundo".

"Desde 1966, estos señores militares de Guatemala han hecho desaparecer más de 35.000 personas. Más de 100.000 han muerto violentamente por su responsabilidad. Han arruinado a los indígenas". El petróleo los enloqueció. "Se han dedicado al pillaje de nuestras tierras y han tomado posesión completa de todo el poder a base de secuestros, torturas y asesinatos masivos". Con dignidad airada y mansa, Rigoberta recita con una sonrisa las palabras del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas: "Vendrá el amanecer. Mañana saldrá el sol. Tendremos larga vida".

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