Tribuna:

Madrid, visto por una bostoniana

Si se dice que la gente de Boston es rara, diría yo que la gente de Madrid es rarísima.En mis últimos días de visita en España salió en EL PAÍS el artículo interesantísimo de Rosa Montero sobre Boston y EE UU. Me sentía un poco sorprendida por sus observaciones, a cada una de las cuales puedo decir que también se hace lo opuesto. Conozco muy bien el ambiente en que vivía ella, porque la universidad donde yo enseño es muy semejante a Wellesley College, aunque es para mujeres católicas y es, en general, menos competitiva.

Ahora me gustaría darles las impresiones de una bostoniana s...

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Si se dice que la gente de Boston es rara, diría yo que la gente de Madrid es rarísima.En mis últimos días de visita en España salió en EL PAÍS el artículo interesantísimo de Rosa Montero sobre Boston y EE UU. Me sentía un poco sorprendida por sus observaciones, a cada una de las cuales puedo decir que también se hace lo opuesto. Conozco muy bien el ambiente en que vivía ella, porque la universidad donde yo enseño es muy semejante a Wellesley College, aunque es para mujeres católicas y es, en general, menos competitiva.

Ahora me gustaría darles las impresiones de una bostoniana sobre la vida de Madrid. Tal vez sabiendo lo que le impresiona a una extranjera en un país, se podría poner en perspectiva todos los comentarios de los españoles sobre Estados Unidos.

Antes de llegar a Madrid, yo había oído que había muchísimos robos y que tendría que tener mucho cuidado. Así es que pasé mi primer día observando a las mujeres: cómo caminaban, cómo se vestían. Aunque la temperatura subió a unos 40º, vi que todas llevaban vestidos con mangas y de colores muy oscuros. Eso me alegraba mucho, porque yo llevaba conmigo ropa bastante vieja y vi que estaba de moda en España. También me daba mucha lástima la idea de llevar esa ropa y tener que sudar. Pero lo hice para parecerme más a las madrileñas.

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La segunda cosa que noté es que la mayoría de las mujeres tenía una mano agarrada a la bolsa como si fuera su propia hija. Yo imité este gesto, y a la noche siguiente parecía que tenía la mano izquierda paralizada gracias al enorme esfuerzo usado para asegurarme la bolsa.

Después de unos días, me compré unos zapatos españoles y aun un suéter. Sin embargo, creo que alcancé a mezclarme con la sociedad española cuando se me rompieron las gafas de sol y las reparé con unas tiritas. Después, ¡ni los mendigos me molestaban!

A pesar de todas esas precauciones, vi un robo. Estaba yo en El Corte Inglés c on una amiga. Había muchísima gente. Era un lunes al principio de agosto. De repente, un hombre gritó: "Ladrón". Vi un mar de caras sorprendidas y oí correr a uno (el ladrón), que se escapó por la puerta, siempre abierta. Ni un policía. Ni ayuda. Un robo facilitado por la falta de control en la tienda y el miedo de la gente. Antes, la gente de Nueva York era famosa por su desconexión y frialdad humanas. Pero como se ve a la policía en El Corte Inglés sólo los sábados, cada ladrón inteligente esperaría para trabajar los días laborales en las tiendas y podría divertirse en las playas los sábados y domingos. Oí de un amigo peruano que también fue él testigo de un robo intentado en una tienda de scouts. Me dijo que aunque le atraparon al ladrón, la policía tardó media hora en llegar. ¡Me da mucha lástima pensar que la policía de Madrid trabaje tanto que no tiene tiempo para controlar a los ladrones!

Otra cosa que me costaba mucho aprender era el sistema de colas. Al principio pensaba que los hombres no respetaban a las mujeres en las colas y las trataban como seres invisibles. Pero pronto vi que las mujeres tampoco sabían la ley de las colas, que pensaba yo que era universal. Un día estaba yo en una cola muy larga para unos servicios; había cuatro en la sección de mujeres. Después de haber esperado unos 10 minutos con otras delante de mí, llegó una señora gordísima y entró por la primera puerta que se abrió. Hice un pequeño comentario a la señora delante de mí, satirizando la situación, diciendo que ésa era tan gorda que tal vez tenía más necesidad que, nosotras...

Otro día estaba yo en una cola

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Madrid, visto por una bostoniana

es profesora de español en la universidad de Regis College, en Weston, Massachusetts, EE UU.

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