México, tras la catástrofe

Una misa en Guadalupe

El sacerdote se encontraba en la ciudad de México por casualidad. Allí estaba citado con un grupo numeroso de clérigos mexicanos que, con el nombre de Vagabundos, iban a emprender una excursión a Tierra Santa. A las 7.18 del jueves, hora mexicana, se encontraba despierto, ultimando el equipaje, porque muy pocas horas después debía tomar un vuelo hacia Madrid, primera escala del viaje a Israel. El sacerdote estaba alojado en un domicilio particular, cerca de la basílica de Guadalupe, cuando "la estancia bamboleó durante varios minutos".José de Jesús Salcedo Curiel, sacerdote católico de 70 años...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El sacerdote se encontraba en la ciudad de México por casualidad. Allí estaba citado con un grupo numeroso de clérigos mexicanos que, con el nombre de Vagabundos, iban a emprender una excursión a Tierra Santa. A las 7.18 del jueves, hora mexicana, se encontraba despierto, ultimando el equipaje, porque muy pocas horas después debía tomar un vuelo hacia Madrid, primera escala del viaje a Israel. El sacerdote estaba alojado en un domicilio particular, cerca de la basílica de Guadalupe, cuando "la estancia bamboleó durante varios minutos".José de Jesús Salcedo Curiel, sacerdote católico de 70 años, habla muy quedo, y, como muchos de sus compatriotas llegados ayer a Madrid en el primer vuelo de Iberia que salió de México, afirma que el terremoto del jueves no es el primero de su vida. Ni siquiera le pareció el más intenso. El cura recuerda que en el estado Nayarit, donde nació y donde vive habitualmente, hubo en 1933 uno "tan brutal como el del jueves".

Más información

Una vez que acabaron los 12 minutos de temblores, el grupo Vagabundos fue a "celebrar la Eucaristía" a la basílica de Guadalupe, situada en una zona no muy afectada por la tragedia, "un lugar despejado en el norte, ala orilla de la ciudad". Los clérigos no conocían aún el alcance de la catástrofe. Empezaron a presentirlo en el camino hacia el aeropuerto cuando escucharon desde el autob ús las sirenas de las ambulancias y vieron cómo de la ciudad salían columnas de humo y polvo. Como tantos otros de los pasajeros del vuelo de Iberia 972, fue la televisión, ya en el aeropuerto, la que reveló a los sacerdotes la magnitud real del suceso. José de Jesús Salcedo rezó durante todo el viaje.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En