Editorial:

Europa y África del Sur

EL VIAJE que los ministros de Asuntos Exteriores de Ita lia, Holanda y Luxemburgo acaban de realizar a África del Sur ha dado lugar a interpretaciones contradicto rias. El Gobierno de Pretoria expresó primero sus temo res; luego aceptó el viaje, pero poniendo una condición: prohibió la visita que los ministros europeos, deseaban hacer al dirigente negro Nelson Mandela. Eso restaba al viaje una parte sustancial de su eficacial: porque uno de sus objetivos debía ser mostrar de forma clara el deseo europeo de que se ponga fin a las medidas de represión y su apoyo a una negociación entre blancos y...

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EL VIAJE que los ministros de Asuntos Exteriores de Ita lia, Holanda y Luxemburgo acaban de realizar a África del Sur ha dado lugar a interpretaciones contradicto rias. El Gobierno de Pretoria expresó primero sus temo res; luego aceptó el viaje, pero poniendo una condición: prohibió la visita que los ministros europeos, deseaban hacer al dirigente negro Nelson Mandela. Eso restaba al viaje una parte sustancial de su eficacial: porque uno de sus objetivos debía ser mostrar de forma clara el deseo europeo de que se ponga fin a las medidas de represión y su apoyo a una negociación entre blancos y negros. Ex cluir a Mandela de esa eventual negociación equivale a no negociar. El obispo Tutu, premio Nobel de la Paz, recibió a la delegación de los ministros europeos; pero agregó que no lo haría más con otras delegaciones que aceptasen las condiciones impuestas por el Gobierno de Pretoria. En todo caso, de las primeras declaraciones hechas por el ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo, actual presidente del Consejo de la Comunidad Europea, se desprende un hecho claro: no cabe esperar del Gobierno Botha un cambio de política encaminado a poner fin a la situación insostenible del apartheid. Las ilusiones en tomo al reformismo de Botha sembradas sobre todo antes de su discurso del 15 de agosto, se disi pan incluso entre muchos políticos que han sido particularmente inclinados a la condescendencia con el régimen de África del Sur. El obispo Tutu pidió a los países occidentales que adopten sanciones económicas para presionar sobre el Gobierno de Pretoria; lo considera necesario para lograr una negociación con los representantes de la mayoría negra y evitar una catástrofe. Nunca ha sido tan precaria la situación económica de África del Sur corno después de las últimas acciones en este sentido: el valor de su moneda ha caído, en EE UU, de 0,60 dólares en agosto de 1984 a menos de 0,40 dólares hoy. La inflación es del 15%. El Gobierno de Pretoria ha tenido que hacer público que no está en condiciones de pagar su deuda exterior, de unos 17.000 millones de dólares, en gran parte de devolución a corto plazo. El gobernador del banco central surafricano está visitando varias capitales occidentales buscando nuevos créditos. Sectores empresariales poderosos de África del Sur han llegado a la convicción de que la actual política de Pretoria lleva al desastre. El órgano empresarial Business Day ha afirmado que Botha es incapaz de seguir gobernando. Es una evolución sin precedente en la espena del país.En el plano internacional, algunas empresas importantes, como el banco inglés Barclays y el norteamericano Chase Manhattan, han retirado sus fondos de África del Sur. Una tendencia semejante se manifiesta en la actitud de una serie de instituciones, en EE UU, ciudades, universidades y asociaciones privadas, que tienen fondos de pensiones invertidos en aquel país. La sensación de que la situación surafricana no ofrece ninguna garantía de estabilidad ha impulsado a determinados sectores empresariales a tomar medidas, que los Gobiernos rechazan, o en todo caso dudan en adoptar.

Desde 1966, las Naciones Unidas han pronunciado reiteradas condenas contra el sistema del apartheid, calificándolo incluso como "crimen contra la humanidad". Sanciones económicas fueron aprobadas en sucesivas votaciones. Pero la realidad es que han pasado los años sin que tales resoluciones tuviesen efectividad; representaban una condena moral universal, pero chocaban con una voluntad política diferente por parte de los principales Gobiernos que podían actuar con eficacia. Hoy, el problema de África del Sur se está planteando en un plano distinto. La movilización de las masas negras, que no se detiene a pesar de una represión que ha costado cientos de muertos en los últimos meses, demuestra que es prácticamente inviable persistir en una política basada en mantener el régimen odioso del apartheid. La negociación entre blancos y negros se convierte en algo indispensable. La decisión de Botha de encarcelar precisamente a algunos de los dirigentes cuya participación sería esencial para que una negociación sea posible supone Nevar las cosas a un callejón sin salida.

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