Reagan no protegerá la industria norteamericana del calzado, a pesar de la presión del Congreso

El comercio, y no las relaciones con Moscú o la crisis de Centroamérica, va ser el objeto de la gran batalla política del próximo otoño en Estados Unidos. La primera escaramuza la van a ganar los defensores del libre comercio al negarse Ronald Reagan a proteger a la industria del calzado de la competencia extranjera. Cuando el Congreso regrese de vacaciones, a primeros de septiembre, está decidido a forzar al presidente a adoptar una serie de medidas proteccionistas.

Estas medidas estarían provocadas por un déficit comercial previsto para este año de 150.000 millones de dólares, que por...

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El comercio, y no las relaciones con Moscú o la crisis de Centroamérica, va ser el objeto de la gran batalla política del próximo otoño en Estados Unidos. La primera escaramuza la van a ganar los defensores del libre comercio al negarse Ronald Reagan a proteger a la industria del calzado de la competencia extranjera. Cuando el Congreso regrese de vacaciones, a primeros de septiembre, está decidido a forzar al presidente a adoptar una serie de medidas proteccionistas.

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Estas medidas estarían provocadas por un déficit comercial previsto para este año de 150.000 millones de dólares, que por primera vez desde 1914 ha convertido a EE UU en una nación deudora. Se habla incluso de aprobar una legislación que permita imponer una tarifa sobre todas las importaciones. Pero Ronald Reagan se ha declarado dispuesto a aguantar y no ceder a la presión del Parlamento, defendiendo el principio del libre comercio y vetando si es necesario la legislación proteccionista. En línea con esta actitud, la Casa Blanca anunció el domingo que Reagan definitivamente rechazará esta semana, la imposición de cuotas o de tarifas arancelarias a los zapatos extranjeros para proteger la industria nacional. La noticia supondrá un alivio para la industria española exportadora del calzado, que en 1084 vendió 38 millones de pares de zapatos a EE UU por valor de 361.000 millones de pesetas. "El presidente cree que sería un mal precedente para el libre comercio internacional conceder a la industria zapatera un tratamiento especial", afirmó un funcionario de la Casa Blanca en Santa Bárbara, California, donde Reagan está pasando sus vacaciones. El 76% del mercado norteamericano de zapatos está copado por las importaciones. La decisión del presidente, que deberá ser oficialmente anunciada antes del 1 de septiembre, es un desafío a la actitud proteccionista del Congreso y puede tener importantes consecuencias políticas. Para calmar las reacciones de los sectores proteccionistas se espera que Reagan adopte algunas medidas concretas para abrir los mercados exteriores a los productos norteamericanos. Se trataría de aplicar la sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 que da poderes al presidente para "penalizar" a países que realicen prácticas comerciales "injustas" en sus relaciones con EE UU. En unas declaraciones radiofónicas transmitidas ayer, el presidente afirmó que "en los años 30 el proteccionismo sólo sirvió para extender la depresión a nivel mundial, empeorarla y prolongarla".

Señales de alarma

Para los partidarios del proteccionismo, sin embargo, las señales de alarma ya han sido ampliamente sobrepasadas. Uno de cada cinco dólares que gastan los norteamericanos para comprar productos manufacturados se dirige a pagar las importaciones. Ya no sólo es el Congreso el que piensa que no se puede seguir así , sino también los sindicatos y buen número de sectores industriales. Existe un ambiente psicológico que pide hacer algo para evitar el daño sufrido por la industria exportadora norteamericana. Un reciente sondeo de opinión publicado por The New York Times revelaba que la limitación de importaciones es una buena idea aunque signifique una gama de elección de productos más reducida.

La inundación de importaciones baratas es denunciada como la causa principal del crecimiento letárgico en que se ha sumido la recuperación económica y el motivo de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo en la industria. Sólo los detallistas, que saben que se encarecerán los precios y la exportaciones agrícolas, que temen represalias de terceros países contra sus productos, se oponen a la marea proteccionista.

"Desde 1930, Estados Unidos nunca se ha hallado como hoy tan cerca de un proteccionismo abierto", ha afirmado Clayton Yeutter, el representante especial de la Casa Blanca para asuntos comerciales. En dicho año fue aprobada la tarifa proteccionista Smoot-Hawley, que provocó el efecto contrario al que perseguía. Decenas de países tomaron a su vez medidas de represalia, se redujo el nivel del comercio mundial y se llegó a la gran depresión. La situación ha llegado, sin embargo, a tal punto que la Administración ya no se puede limitar a vetar legislación, sino que este otoño deberá presentar una política comercial coherente que contrarreste las acusaciones de que este Gobierno "no tiene política en materia de comercio".

Pero es mucho más fácil pedir protección que demostrar que ésta será beneficiosa para el conjunto del país. El jefe de la delegación de la Comunidad Económica Europea en Washington, sir Roy Denman, ha advertido que, para Estados Unidos, restringir masivamente las importaciones "es lo más parecido a pegarse un tiro en sus propios pies". La prestigiosa revista del mundo financiero Fortune dedica este mes su tema de portada a La guerra de Norteamérica contra las importaciones, y llega a la misma conclusión. El argumento más rápido contra las tarifas ha sido que provocan represalias y guerras comerciales que nadie puede ganar. "Pero incluso si ningún socio comercial respondiera", asegura Fortune, "el déficit comercial no se reduciría mucho, y quizá incluso nada".

Los demócratas, que piensan convertir el debate sobre el comercio en el tema clave de las elecciones legislativas de 1986, pero también buen número de republicanos que deberán enfrentarse al electorado en Estados marcados por la crisis industrial, coinciden en que Reagan no está haciendo nada por reducir el alto valor del dólar.

Sobrevaloración del dólar

La sobrevaloración de la divisa norteamericana penaliza en un 40% a las exportaciones norteamericanas y provoca el billonario déficit comercial. "Creo que el presidente no se da cuenta del grado de desindustrialización que está produciéndose en Estados Unidos", afirma el senador republicano John Heinz, de Pensilvania, un Estado símbolo de la crisis del acero y la industria pesada de este país.

Algunos economistas creen, sin embargo, que Estados Unidos no debe seguir preocupándose por la defensa de sus tradicionales industrias de manufacturas, minería o la agricultura, donde ya este país no es competitivo. Por el contrario, debe centrarse en las industrias de bienes o servicios, donde compite favorablemente, y dejar caer el resto.

Para otros expertos, no obstante, la realidad es que la falta de competitividad de los productos norteamericanos es debida sobre todo a la baja productividad y a las reducidas tasas de inversión.

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