Cartas al director

Las declaraciones de

Nicolás Redondo que publicaba EL PAIS el 28 de julio de 1985 confirman, ami modo de ver, esa sensación generalizada que existe de que el PSOE robó en 1982 muchos votos de una clase trabajadora de izquierdas que hoy apenas tiene representación parlamentaria y, desde luego, que no tiene la representación de su fuerza real.Otro cantar sería el analizar el problema desde la otra cara, es decir, escuchando que los intereses de los trabajadores no tienen por qué estar con protagonismo en el Parlamento, por lo que su protagonismo hay que buscarlo en otro lugar, sin que por eso se tenga que molestar n...

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Nicolás Redondo que publicaba EL PAIS el 28 de julio de 1985 confirman, ami modo de ver, esa sensación generalizada que existe de que el PSOE robó en 1982 muchos votos de una clase trabajadora de izquierdas que hoy apenas tiene representación parlamentaria y, desde luego, que no tiene la representación de su fuerza real.Otro cantar sería el analizar el problema desde la otra cara, es decir, escuchando que los intereses de los trabajadores no tienen por qué estar con protagonismo en el Parlamento, por lo que su protagonismo hay que buscarlo en otro lugar, sin que por eso se tenga que molestar nadie. Redundando en que la clase trabajadora debe supeditarse siempre a la clase pensante y que en todos los demás casos hay que acceder a esta última para plantearse el poder.

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Una minima aproximación al espectro social del voto según contratos laborales ayuda a sopesar estas dos diferentes apreciaciones. Preguntémonos: ¿el funcionariado de todo ámbito, el Ejército y los cuerpos de seguridad del Estado, autonómicos y locales, las empresas estatales y las semidependientes (Renfe, Telefónica, Tabacalera, Iberia, Campsa, Ensidesa, Astilleros ... ), junto a las empresas contratantes de ofertas de la Administración, no volverían a inclinar en este país 10 millones de votos? ¿No son las expectativas funcionariales las de mayor atractivo para la juventud española, según todas las encuestas?

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En fin, dejando aparte la consideración de si tenemos o no lo que merecemos, la mayor fuerza estatalista en el poder, habría que admitir al menos que hoy, en España, tanto las derechas como las izquierdas quedan absorbidas ante una realidad mayor casi todopoderosa.-

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