Cartas al director

La opinión de los enfermos mentales

Todos los días compro EL PAIS y últimamente leo en la sección de Cartas al Director, y hoy en Tribuna Libre, las opiniones de diferentes personas sobre los enfermos mentales y la psiquiatría. Se habla, por ejemplo, del internamiento voluntario o involuntario. A este respecto tengo que decir que un internamiento voluntario es prácticamente imposible, ya que los facultativos prefieren que el paciente haga vida social aun a costa de lo que esto pueda suponer para el mismo enfermo, para la familia y para la sociedad con la que convive. Recientemente tenemos un ejemplo de a lo que ha llevado esta p...

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Todos los días compro EL PAIS y últimamente leo en la sección de Cartas al Director, y hoy en Tribuna Libre, las opiniones de diferentes personas sobre los enfermos mentales y la psiquiatría. Se habla, por ejemplo, del internamiento voluntario o involuntario. A este respecto tengo que decir que un internamiento voluntario es prácticamente imposible, ya que los facultativos prefieren que el paciente haga vida social aun a costa de lo que esto pueda suponer para el mismo enfermo, para la familia y para la sociedad con la que convive. Recientemente tenemos un ejemplo de a lo que ha llevado esta postura con un enfermo al que, por lo visto, se le pidió mandamiento judicial de ingreso para ser internado en determinado centro psiquiátrico de Madrid. No se le dio el ingreso, como creo que debería haberse hecho, y terminó con tres miembros de su familia a cuchillo limpio. Ahora, eso sí, en libertad, conviviendo con los demás. Ingresar en un centro psiquiátrico hoy es algo tan imposible como encontrar trabajo habiendo cumplido los 50 años. Eso por una parte.Si se consigue ingresar, hoy, tal como está planificada la asistencia psiquiátrica en España, es un trauma que sumar al enfermo el tratamiento en los centros psiquiátricos: pastillas, inyecciones, medios mecánicos de contención, días y días deambulando por los pasillos esperando simplemente la hora de comer, cenar y acostarse. O días y días acostado bajo los efectos de los tranquilizantes, sedantes, etcétera. Se trata de acabar con la personalidad atípica del enfermo, de anular sus impulsos, de terminar con él por la vía rápida. Aislamien-

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to, farmacoterapia y todas las técnicas que puedan contribuir a socializar al paciente. Buscar salida a sus problemas, tratar de encontrar el origen de su posible psicosis o delirio, enfocar al enfermo hacia terapias que respetando su personalidad. lo devuelvan a la plenitud de su existencia, es algo que se desconoce todavía en España. Los centros de internamiento son guetos que contribuyen a marginar más si cabe al enfermo; no existe una política sociosanitaria que ayude a la reinserción social del enfermo. Parece que revivimos la doctrina medieval del poseso, del enfermo que es necesario apartar de la sociedad por su evidente peligrosidad. De modo que si bien es dificil ingresar, como decía al principio, no es menor cierto que una vez dentro sólo se consigue pasar unos días a la bartola mientras intentan por todos los medios a su alcance hacer un hombre nuevo a imagen y semejanza del canon que tengan prefijados los médicos del centro: si son de meollo conservador habrás de salir un san Luis, aunque para ello tengan que medicinarte, atarte o lo que séa. Depende de la tendencia o la escuela del psiquiatra de turno. Sobre todo aborregar, que es de lo que se trata. A esto le llaman tratamiento.

No se me oculta, señor director, que usted no publicará esta carta, aunque no estaría de más hacerlo. Pero es muy higiénico que se oiga la opinión sincera e imparcial de los enfermos. Y como yo lo soy y tengo muchos ingresos a mis espaldas, por esto lo digo tal cual lo, pienso. ¿No cree que tiene más valor la opinión del enfermo que la del médico? El enfermo sufre en su ser la enfermedad y sus consecuencias; el médico trata de remediarla. Nosotros nos sabemos marginados, y en mi caso esto me da lo mismo. Lo que ya me parece el colmo es que encima de que se nos margine se nos quiera meter en el redil como borregos. Pocas, si no ninguna, son las esperanzas que tengo de que me publique esta carta, y siento no poder ser todo lo sincero que quisiera, porque de sobra sé qué ni un diario como EL PAIS es capaz de publicar las verdades que, como puños, le podría contar. Conforme me sentiría con que se escribiese lo que aquí digo sin extracto ni deformación alguna. A la espera quedo.-

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