Tribuna:

La economía de EE UU

Todos los análisis de coyuntura coinciden en pronosticar un descenso de la actividad económica en EE UU. En estas condiciones, opina el autor, cuando la Casa Blanca habla de la necesidad de una conferencia sobre el libre comercio en realidad se refiere a reunirse con los amigos de EE UU para presionarles a que compren más productos agrícolas norteamericanos.

La cumbre de Bonn fue un desastre político. En cuanto a cuestiones de economía no resolvió nada. Pero, ¿es esto nuevo? Estas cumbres anuales constituyen acontecimientos dirigidos a los medios de comunicación y raras ve...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Todos los análisis de coyuntura coinciden en pronosticar un descenso de la actividad económica en EE UU. En estas condiciones, opina el autor, cuando la Casa Blanca habla de la necesidad de una conferencia sobre el libre comercio en realidad se refiere a reunirse con los amigos de EE UU para presionarles a que compren más productos agrícolas norteamericanos.

La cumbre de Bonn fue un desastre político. En cuanto a cuestiones de economía no resolvió nada. Pero, ¿es esto nuevo? Estas cumbres anuales constituyen acontecimientos dirigidos a los medios de comunicación y raras veces conducen a una acción sustantiva.¿Cuáles son las noticias económicas actuales en las que deberíamos centrarnos? La cuestión número uno es si el mundo debe prepararse para soportar una recesión del crecimiento económico de Estados Unidos.

Tras año y medio de crecimiento vigoroso, la recuperación iniciada por Paul Volcker a finales de 1982 entró en una fase baja en el verano pasado. Según las proyecciones econométricas del Chase, este verano nuestra producción real se verá aún más reducida, a un crecimiento máximo anual de un 2%. Las proyecciones de Data Resources Inc. y de Wharton son tan sólo un poco más optimistas. Y los aproximadamente 50 grandes bancos, empresas y ordenadores de universidades que ha tenido en cuenta Blue Chips Indicators señalan revisiones a la baja de sus previsiones para Estados Unidos.

Si tienen razón, Europa sentirá el déficit, y España no será excepción. Igual le pasará a la cuenca del Pacífico, que ha estado avanzando a gran velocidad gracias a los jugosos pedidos de Estados Unidos. Las balanzas comerciales favorables que tan dolorosamente han logrado crearse los países en vías de desarrollo dependen, en grado crítico, de la continuación de la recuperación económica internacional.

Todo lo anterior fue desplazado temporalmente de las primeras páginas de los periódicos por los errores de Ronald Reagan en Europa. Si uno se deja engañar por las opiniones superficiales, el presidente Mitterrand torpedeó el programa de una iniciativa de libre comercio de Reagan.

Nueva amenaza proteccionista

Es cierto que quienes tienen ilusiones de grandeza antiguamente se creían que eran Napoleón y actualmente se creen que son De Gaulle. Pero, ¿cómo se puede torpedear un barco fantasma que no era más que producto de la imaginación? Lo que los franceses quieren en realidad no es un regreso al patrón oro o a algún régimen nuevo de tipos de cambio fijos. Lo que les preocupa principalmente es el derecho a conceder subsidios a la agricultura de la Comunidad Europea.

A lo que la Casa Blanca se refiere cuando habla de una conferencia sobre el libre comercio es una reunión en la que se presione a los amigos de Estados Unidos para que importen más productos agrícolas norteamericanos. Cuando Detroit y Pittsburgh están tambaleándose a causa de la competencia exterior, la última propuesta que tendría algunas posibilidades políticas dentro de la política nacional actual sería una auténtica política de libre comercio.

He estado esperando con cierto temor una cura rápida para el déficit comercial norteamericano. Por fin ha llegado.

Los economistas del Morgan Guarantee Bank han señalado que un recargo de las importaciones protegería a las manufacturas norteamericanas, compensando el actual cambio del dólar norteamericano, que se ve perjudicado por un tipo sobrevalorado en cuenta corriente. Mediante decisiones del Congreso y del Ejecutivo, se infundiría nueva vida a nuestra expansión. Se podría alejar temporalmente el fantasma de una recesión en 1986.

¿Es imposible políticamente? Así lo creían los especialistas en agosto de 1971, cuando el presidente Nixon abandonó un fin de semana el patrón oro de Bretton Woods. A esta decisión le siguió un período de dos años de luna de miel empresarial, que produjo la reelección de Nixon con una victoria aplastante. Desde entonces, la economía internacional no ha vuelto a ser nunca la misma.

La autarquía mendigante

Si bien una cura rápida es a veces mejor que nada, la protección contra las importaciones hace que se pierdan avances a largo plazo en los aspectos de ingresos reales y de productividad mundial por la división del trabajo a cambio de ventajas cíclicas a corto plazo. Necesidad de una agenda de medidas.

Los principios fundamentales no requieren una nueva recesión mundial. La autarquía mendigante sería una tragedia a la larga.

Europa y Asia tienen espacio suficiente de actuación como para compensar cualquier decepción norteamericana. La inflación y el ambiente de los tipos, de cambio no serán jamás tan favorables para una estimulación macroeconómica autónoma si es que se de muestra que es necesaria. Naturalmente, no será fácil tal operación contracorriente. Jamás lo es.

Una vez que Wall Street y el hombre de la calle estén convencidos de que la marea económica está retrocediendo, el Banco de la Reserva Federal tendrá que arriesgarse a ofender a los monetaristas que insisten en mantener el crecimiento de la oferta monetaria dentro de los límites anunciados. Mientras la inflación logre contenerse de hecho, el mercado monetario se unirá contra los fanáticos monetaristas y reaccionará bien a las facilidades a los créditos.

Unos tipos de interés reales y nominales más bajos contribuirán a deprimir el dólar, excesivamente fuerte, y atraerán el gasto en bienes duraderos necesario para mantener con vida la recuperación económica. Como bonificación, los tipos de interés más bajos aliviarán ligeramente la carga de la deuda pública de Reagan. Mis esperanzas son que, en este aspecto, unos tipos de interés reales más bajos empujarían por fin el tipo de cambio del dólar hacia abajo.

¿Se pondrá realmente en práctica esta terapia convencional? Es posible que la actividad empresarial cobre nuevo aliento en una aceleración espontánea, de tal forma que no sea necesario un estímulo político. Incluso aunque resultara ser necesario, no hay nada seguro en la política norteamericana. Soy lo suficientemente optimista como para suponer que algo que va en interés de ambos partidos políticos tiene una buena posibilidad de conseguir el apoyo de ambos bandos. El que la Administración Reagan no sea tan perversa como ingenua ayuda mucho.

es catedrático de Economía en el Massachusetts Institute of Technology.

Archivado En