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Debido a la gran cantidad de cartas recibidas a raíz de la publicación de mi trabajo La ciencia y la revolución de las mujeres, creo que debo replicar a alguna de las objeciones planteadas.No comprendo por qué se sorprenden Sacramento Martí y Ángel Pestaña de que yo abrace la ideología del progreso con entusiasmo. La sorpresa es mía cuando leo que esos intelectuales abrazan con similar entusiasmo la ideología del retroceso. Los precursores (que no profetas) del siglo de las luces -léase Voltaire, Montesquieu, Diderot, Rousseau, etcétera- no anduvieron tan descaminados, por lo que hemos ...

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Debido a la gran cantidad de cartas recibidas a raíz de la publicación de mi trabajo La ciencia y la revolución de las mujeres, creo que debo replicar a alguna de las objeciones planteadas.No comprendo por qué se sorprenden Sacramento Martí y Ángel Pestaña de que yo abrace la ideología del progreso con entusiasmo. La sorpresa es mía cuando leo que esos intelectuales abrazan con similar entusiasmo la ideología del retroceso. Los precursores (que no profetas) del siglo de las luces -léase Voltaire, Montesquieu, Diderot, Rousseau, etcétera- no anduvieron tan descaminados, por lo que hemos podido comprobar. Parece más bien de ignorantes burlarse de ellos.

Descalificar con una burda frase todo el progreso técnico y todas las investigaciones científicas mediante el tópico recuerdo de Hiroshima es igual que renunciar a la imprenta porque sirvió para publicar Mi lucha, de Hitler, por ejemplo. De seguir por ese camino, renunciemos a la electricidad porque sirve para matar en la silla eléctrica; a la medicina nuclear porque deriva de las investigaciones atómicas; al tren porque en ellos se condujeron las víctimas de los genocidios nazis, y a los aviones- porque desde ellos se tiran bombas que matan. Me siento realmente asombrada de la ingenuidad de los argumentos de mis opositores.

La fecundación in vitro se ha desarrollado a partir de muchos y muy variados experimentos, y los resultados obtenidos en los últimos 50 años han conducido a su aplicación en la industria agrícola y ganadera. Pero el sueño de la fabricación artificial de seres humanos no comienza con la industria ganadera, ni con los utopistas de principios de siglo. Paracelso hace tres siglos es uno de los alquimistas que asegura haber fabricado un homúnculo totalmente artificial en una probeta de su laboratorio, entre otros muchos más alquimistas, filósofos y utopistas que -sobre todo a partir del siglo de las luces, a los que no puedo mencionar por razones de espacio- lucubran, sueñan, inventan e intentan uno de los más evidentes deseos humanos: crear vida de otro modo que el ya conocido y repetido en todas las especies.úteros artiriciales

Por ello, no soy yo la única que tengo interés en el desarrollo de los úteros artificiales, señores míos. Ni tampoco, por supuesto, la primera. En diversos países, siempre desarrollados, por supuesto, se está trabajando activamente en este sector de la investigación. Y ni mis utopías son inalcanzables ni supercherías cientifistas. Para calificar así la reproducción artificialhace falta estar muy mal informado y ser enormemente atrevido. Conjunción que suele dar bastante malos resultados. Para mayor información, deberían leer mi extenso libro La reproducción humana (Ediciones Fontanella, 1982).

La suerte posterior del neonato en probeta está contemplada ya, hace muchos más años que los que yo he cumplido, por también diversos filósofos, sociólogos y políticos. Y muchos de esos proyectos incluso se han hecho realidad con niños nacidos de úteros femeninos. Aconsejo a Martí y Pestaña que lean a Makarenko, a Kollontai; que se informen sobre las comunas y colectivos que fundaron Saint-Simon, Fourier, Robert Owen. Que viajen un poco y conozcan los k¡butzs israelíes, las colonias infantiles soviéticas, las comunas agrícolas chinas, etcétera. Solamente las palabras de "patria y matria potestad" hacen reír en este final de siglo XX.

Nadie que esté por el progreso apuesta hoy por la supervivencia de la familia patriarcal ni matriarcal, ni por la propiedad de los hijos por los padres, ni por la raquítica yegoísta educación privada que conocemos en este triste, salvaje y desconcertado país que es el nuestro, y que debe ser el único que conocen y que pueden imaginar -para todos los siglos futurosMartí y Pestaña.

Información científica

Debo agradecer a la vez a Rosalía Marco Cimadevilla (Feminismo y ciencia, EL PAIS de 12 de abril), su información científica. Es evidente que ésta no es mi especialización; por tanto, si en un tan largo trabajo como el que motiva esta controversia solamente parece existir una equivocación, me felicito por lo mucho que he aprendido autodidácticamente en estas disciplinas. El resto de la información (aminoacidopatías, factores ambientales) está tomado de diversos trabajos realizados por científicos Véase La reproducción humana anteriormente citada.

Por el contrario, la señora Marco está menos preparada en temas sociales y políticos. Todos los cambios sociales han sido precedidos y acompañados de importantes paradigmas científicos y técnicos. Desde la llamada revolución del neolítico hasta la revolución industrial -que las separan, en opinión de los expertos, 150.000 años- siempre se ha cumplido esta coincidencia. Por ello no es de extrañar que las mujeres comiencen su rebelión -hoy inacabada- cuando la medicina les permite sobrevivir a numerosos y peligrosos partos y comienza a masificarse el control de natalidad. Le sería bueno conocer a Marco Del socialismo utópico al socialismo científico, de Federico Engels.

La comparación de los negros con las mujeres es absolutamente desafortunada, puesto que, mientras aquéllos no se encuentran incapacitados a lo largo de toda su vida, en ningún momento, para realizar todas las tareas, trabajos y competencias que pueden desarrollar los hombres blancos, las mujeres tienen que dedicar un porcentaje muy importante de sus años adultos a gestar, parir, criar y educar a sus hijos. Y eso lo sabe todo el mundo, como lo demuestran las numerosas y proliferas legislaciones de protección a la maternidad, de prohibición de determinados trabajos a las madres y gestantes, así como los gastos y trabajos que origina el control de natalidad y las políticas de población de los Gobiernos.

Mientras no se demuestre lo contrario, las únicas que se reproducen son las mujeres -blancas, negras, amarillas o cobrizas-, y los hombres, sea cual sea la raza, están exentos de tales cargas. Es bueno recordarlo de cuando en cuando.

Lidia Falcón es escritora abogada y feminista.

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