Reportaje:

El ángel exterminador

Nunca tuvo Apocalypse now una pista de aterrizaje tan cara como la que utiliza el Ejército mexicano para mostrar a los corresponsales extranjeros su última batalla contra la droga. En medio de un estruendo infernal, los 10 helicópteros se posan sobre un jardín de amapolas cultivado a orillas del río Los Metates. Tres hectáreas que en unas semanas más habrían producido materia prima para fabricar heroína por valor de 1,8 millones de dólares.El campo está tan escondido por un recodo del río que apenas lo divisamos cuando vamos a tomar tierra, después de una operación en la que las aspas del heli...

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Nunca tuvo Apocalypse now una pista de aterrizaje tan cara como la que utiliza el Ejército mexicano para mostrar a los corresponsales extranjeros su última batalla contra la droga. En medio de un estruendo infernal, los 10 helicópteros se posan sobre un jardín de amapolas cultivado a orillas del río Los Metates. Tres hectáreas que en unas semanas más habrían producido materia prima para fabricar heroína por valor de 1,8 millones de dólares.El campo está tan escondido por un recodo del río que apenas lo divisamos cuando vamos a tomar tierra, después de una operación en la que las aspas del helicóptero salvan justamente los árboles.

En los alrededores no hay sino montañas, a las que siguen más montañas. Estamos en la sierra Madre occidental. El pueblo más cercano, San Marcos, está a 17 horas de camino por senderos de cabras, y desde ahí, un vehículo todo terreno tarda dos horas en llegar a la civilización.

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De uno de los helicópteros desciende un pelotón de soldados que machetea las plantas. Sobre esta tierra (1.500 metros de altitud, sol permanente y agua abundante), la amapola alcanza más de un metro de altura. La flor roja tiene un bulbo que los cultivadores rallarán superficialmente para que llore la goma. De ésta se obtendrá en el laboratorio la heroína.

En tres meses se cumple el ciclo de siembra y recolección. El riego y los fertilizantes permiten obtener hasta tres cosechas al año. Camuflado entre los árboles hay un campamento rústico, construido a base de maderas y un tejado de plástico negro. En su interior, seis camastros de paja, una cocina elemental y una despensa bien surtida de fréjoles, patatas, harina de trigo y centenares de latas con puré de tomate, chiles y refrescos. Los campesinos de este mundo perdido jamás vieron antes semejantes manjares. Los mismos soldados envidian estos víveres, que pasarán a sus mochilas antes de prender fuego a la improvisada carpa.

El helicóptero fumigador esparce Transquat, un poderoso defoliador. Sólo una hora después parece que ha pasado por aquí el ángel exterminador. En nombre de la Procuraduría, Antonio Villada explica que se cumple el convenio de Viena en materia de elementos químicos para combatir la droga.

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