Editorial:

Año de elecciones en Portugal

EL DISCURSO que el presidente Antonio Ramalho Eanes pronunció ayer permite perfilar mejor cuáles van a ser los proyectos políticos que se van a enfrentar en la escena portuguesa en 1985, a lo largo del cual tendrán lugar elecciones presidenciales y municipales, si el difícil equilibrio político actual no obliga, además, a disolver el Parlamento y convocar comicios legislativos anticipados. Sería exagerado decir que la campaña de las presidenciales ha empezado ya, pero lo que sí está claro es que esa perspectiva está condicionando la vida política portuguesa y añadiendo un factor de inestabilid...

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EL DISCURSO que el presidente Antonio Ramalho Eanes pronunció ayer permite perfilar mejor cuáles van a ser los proyectos políticos que se van a enfrentar en la escena portuguesa en 1985, a lo largo del cual tendrán lugar elecciones presidenciales y municipales, si el difícil equilibrio político actual no obliga, además, a disolver el Parlamento y convocar comicios legislativos anticipados. Sería exagerado decir que la campaña de las presidenciales ha empezado ya, pero lo que sí está claro es que esa perspectiva está condicionando la vida política portuguesa y añadiendo un factor de inestabilidad negativo en un momento de degradación muy seria de la situación económica y social.Cuando en junio del año pasado el primer ministro Mario Soares formó un Gobierno de coalición entre su partido, el socialista, y los socialdemócratas del PSD, su propósito era preparar, a través de una etapa de colaboración gubernamental, su propia candidatura para la presidencia con la ayuda, no sólo de su partido, sino también de sus compañeros de coalición, lo cual ampliaba su base de apoyo y le daba muchas probabilidades de triunfo. Pero en la realización de ese plan han surgido bastantes obstáculos: en noviembre: de 1984 estalló una crisis muy seria entre los dos partidos coligados en el Gobierno, que obligó a Soares a aceptar la plena libertad del PSD de cara a las presidenciales y, desde entonces, este partido prepara la presentación de su propio candidato, que muy probablemente se trate de una figura militar.

El fenómeno de lo que se puede llamar el eanismo es más complejo y responde a unos rasgos específicos del reciente desarrollo histórico portugués. La revolución de abril de 1974 tenía, además de su contenido democrático, un sesgo socializante, expresado en ciertas medidas estructurales del primer período -en gran parte anuladas después- y, sobre todo, en una esperanza de mayor justicia social, de mejoras económicas, sentida por grandes sectores de la ciudadanía. La franja más radical se refleja, sin duda, en el Partido Comunista portugués, con su línea dura y obrerista.

Pero existen amplias capas de la población donde puede prender un talante populista, en el que coinciden corrientes cristianas, socialistas y el recuerdo de la inspiración social y progresista de la revolución de los claveles. Esas actitudes han alimentado una parte del electorado socialista en diversas consultas. Pero es evidente que el balance del Gobierno encabezado por Mario Soares, en el terreno económico y social, resulta hoy particularmente desastroso para los trabajadores y para las capas medias. Soares ha aplicado con rigidez las exigencias del Fondo Monetario Internacional, y ha logrado resultados en la disminución del déficit de la balanza de pagos y en la deuda exterior; pero el nivel de vida. de los ciudadanos ha sufrido una reducción marcadísima y aparecen amplias zonas de hambre y miseria.

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Cuando el presidente Eanes se dirige al país, insiste sobre todo en dos puntos: la injusticia social, cada vez más acusada, y la decepción del país ante el funcionamiento de la democracia; o sea, el abismo entre las esperanzas de ayer y la realidad de hoy. La efectividad electoral que puede tener esta actitud parece fuera de dudas: los sondeos demuestran que una persona próxima a Eanes, y que representa la cara cristiana de ese populismo, María de Lourdes Pintasilgo, supera a todos los otros candidatos eventuales y tiene más simpatías que el propio Mario Soares entre los electores del Partido Socialista. El problema que Soares necesita abordar, desde la jefatura del Gobierno, es el de cómo invertir estas tendencias, tarea nada fácil, ya que ningún signo anuncia una evolución económica susceptible de introducir mejoras en las actuales condiciones de vida de los ciudadanos portugueses.

La política lusa ofrece características específicas, que no permiten comparaciones superficiales con lo que ocurre en España, pero que necesitamos conocer mejor. España no puede, ante los acontecimientos de Portugal, ni ser indiferente, ni continuar una tradición, bastante anclada en nuestra sociedad y cultura, de vivir de espaldas a nuestro vecino de Occidente. Por encima de los conflictos concretos, que exigen negociaciones y soluciones concretas, aún queda mucho para lograr el nivel de colaboración entre España y Portugal que la actual etapa histórica a todas luces requiere. El marco común de la CEE será, sin duda, un factor de aproximación. Pero, más aún, la presencia de la península Ibérica en la construcción europea, en todas sus dimensiones, y en el diálogo con América Latina, deben ser nuevos motivos para enriquecer la colaboración de España con Portugal.

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