Invierno nuclear: una muerte fría y oscura

(... ) La teoría de que un catastrófico invierno provocado por el hombre seguiría a una guerra nuclear -enunciada en 1983 por un grupo de científicos no gubernamentales- ha sido legitimada ahora por la Academia Nacional de Ciencias, en un estudio patrocinado por el departamento de Defensa.El comité de especialistas gubernamentales, privados y académicos, llegó a la conclusión de que la, sola explosión de la mitad de los arsenales nucleares, equivalente a 6.500 megatones de TNT, junto con el subsiguiente incendio, proyectaría en la atmósfera al menos 15 toneladas de polvo y 180 millones de tone...

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(... ) La teoría de que un catastrófico invierno provocado por el hombre seguiría a una guerra nuclear -enunciada en 1983 por un grupo de científicos no gubernamentales- ha sido legitimada ahora por la Academia Nacional de Ciencias, en un estudio patrocinado por el departamento de Defensa.El comité de especialistas gubernamentales, privados y académicos, llegó a la conclusión de que la, sola explosión de la mitad de los arsenales nucleares, equivalente a 6.500 megatones de TNT, junto con el subsiguiente incendio, proyectaría en la atmósfera al menos 15 toneladas de polvo y 180 millones de toneladas de humo. Esta nube oscurecería el cielo durante 6 o 20 semanas, y si ello sucediera en primavera o verano, las temperaturas descenderían en Eurasia y América del Norte de 10 a 30 grados centígrados.

En cuestión de días, el humo y el polvo bloquearían el 99% de la luz del sol que normalmente baña el hemisferio norte. Las temperaturas descenderían de modo catastrófico y destruirían la agricultura por lo menos durante un año, así como muchos bosques. (...)

Al igual que las cosechas, la mayoría de los animales domésticos se congelarían y morirían; la fotosíntesis de las plantas y, por tanto, el crecimiento de una nueva cosecha resultaría imposible; el hambre sería inevitable. En la oscuridad ártica del invierno nuclear los supervivientes de la explosión -gran parte de ellos sin cobijo sufrirían de polución, radiaciones, temperaturas de congelación, hambre, las subsiguientes enfermedades, un inapropiado cuidado médico sin vías de solución y la falta de socorros. Se produciría una proliferación de especies resistentes, como ratas y cucarachas, que, al morir sus víctimas habituales de depredación, atormentarían a los humanos.

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(...) Junto a la incalculable destrucción y pérdida de vida que originaría una explosión nuclear, el invierno nuclear plantea como mínimo la posibilidad de la extinción humana como consecuencia de una guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Indudablemente, después de una guerra semejante cualquier cosa remotamente parecida a la civilización dejaría de existir en el hemisferio norte. (...)

15-16 de diciembre

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