Tribuna:

1985

Recuerden ustedes la perra que pilló la industria cultural y el sufrido consumidor de cultura a comienzos de año. La obrita de George Orwell 1984 se cernía sobre el mundo como un supuesto espejo de las condiciones de vida de la humanidad a punto de acabarse el segundo milenio de nuestra era, que es también la de ustedes, no faltaría más. Que si nuestro tiempo es igualito al que predijo Orwell, que si el Gran Hermano es Chernenko, que sí el Gran Hermano es Pablo Porta, que si patatín, que si patatán. Jamás se habían visto tantas ganas de que la realidad imitara al arte. Confieso que pref...

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Recuerden ustedes la perra que pilló la industria cultural y el sufrido consumidor de cultura a comienzos de año. La obrita de George Orwell 1984 se cernía sobre el mundo como un supuesto espejo de las condiciones de vida de la humanidad a punto de acabarse el segundo milenio de nuestra era, que es también la de ustedes, no faltaría más. Que si nuestro tiempo es igualito al que predijo Orwell, que si el Gran Hermano es Chernenko, que sí el Gran Hermano es Pablo Porta, que si patatín, que si patatán. Jamás se habían visto tantas ganas de que la realidad imitara al arte. Confieso que prefiero el Orwell de Homenaje a Catalunya o Rebelión en la granja que el de 1984 y que me parece mejor literatura antitotalitaría la de Koestler; pero no es éste el tema de mi meditación, sino el evidente desnivel que se produce en este final de 1984 en relación a las altas especulaciones del comienzo.Empezamos acongojados por lo orwelliano que se había puesto todo y acabamos con la sensación de que sigue siendo más importan te el timo del toco mocho que la conspiración totalitaria. Nuestro Gobierno nos está vendiendo la permanencia en la OTAN por el procedimiento del toco mocho, el mismo que ha empleado para tratar de vender la reconversión industrial y el otro día en Televisión Española desapareció un carrete del programa de Torre Iglesias por el procedimiento del tirón. No faltará quien considere que estas cosas son orwellianas, porque en este país hay mucho Oscar Wilde de Vallecas y Kafkas de Triana, pero con un mínimo de sinceridad, sin que sirva de precedente, todo cuanto nos rodea sigue siendo una síntesis cultural de Arniches y Valle Inclán, con su guinda de microordenadores y revolución tecnológica.

1984 ha sido un año farsante que prometía enjundias y misterios y que no ha aportado nada más que continuidad a lo que continuaba. Los cuatro centinelas de Occidente (Wojtila, Reagan, Narcís Serra e Indiana Jones) siguen en sus garitas y en Oriente la única novedad es la aparición de un Escuadrón de la Muerte en Polonia que un día u otro liquidará el comisario Conesa polaco. Un asco, un asco alejado de las escasas capacidades proféticas del pelmazo de George Orwell.

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