Tribuna:

Barrionuevo

Entre el desconcierto y la irritación, también el regocijo, el personal no sabe qué pensar del ministro Barrionuevo, en otro tiempo primera vedette del cambio y últimamente en un discreto y agradecido segundo plano. ¿Qué queda de aquel Barrionuevo que peinaba barrios y era aplaudido por las derechas? Pues algo queda, porque recientemente su política de medallas y asesorías ha conmovido a la opinión pública dispuesta a conmoverse por algo, opinión pública escasa, todo hay que decirlo.Y si el señor Barrionuevo puede hacer lo que quiera con sus medallas y asesorías es porque la abdicación ...

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Entre el desconcierto y la irritación, también el regocijo, el personal no sabe qué pensar del ministro Barrionuevo, en otro tiempo primera vedette del cambio y últimamente en un discreto y agradecido segundo plano. ¿Qué queda de aquel Barrionuevo que peinaba barrios y era aplaudido por las derechas? Pues algo queda, porque recientemente su política de medallas y asesorías ha conmovido a la opinión pública dispuesta a conmoverse por algo, opinión pública escasa, todo hay que decirlo.Y si el señor Barrionuevo puede hacer lo que quiera con sus medallas y asesorías es porque la abdicación ética de la sociedad española es evidente. ¿Cómo va a oponerse la sociedad a que premien a supuestos torturadores si el mismísimo jefe de Gobierno convierte el tema de la tortura en una filigrana dialéctica en el transcurso del debate sobre el estado de la nación? Si Adolfo Suárez o Calvo Sotelo se hubieran permitido la más mínima dosis de retórica formalista sobre el tema, las mejores conciencias y las más aguerridas plumas del país les habrían saltado al cuello acusándolos de cinismo moral, proclamando que con la tortura no se juega. Pero como la filigrana dialéctica la realizó un jefe de Gobierno ético que gobierna en nombre de la ética y que encarna la eticidad suprema del Estado, pues bueno, la ética se le supone. Y si el jefe ético de un Gobierno ético mantiene a un ministro como Barrionuevo, sin duda Barrionuevo también es ético y todo lo que haga Barrionuevo será ético, éticas las medallas, éticas las asesorías, y si se comprobara tortura, pues sería una tortura ética.

Me contaba un militante antifranquista, repetidamente torturado en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, que fue a quejarse al obispado en tiempos del doctor Mondrego y en la antesala un preobispo le dijo: "Oiga, ¿eso de la tortura no lo habrá soñado? Porque yo más de una vez se lo he preguntado al jefe de la Brigada Política Social y me ha jurado por su honor que jamás se le pone una mano encima a un detenido subversivo?". Dramático dilema. ¿Qué es más invención, el honor del torturador o la tortura del torturado?

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