Cartas al director

Guatemala y la 'teología de la liberación

Acabo de regresar de la selva guatemalteca, donde sólo se escucha el grito monótono de la guacamaya y el silbido del viento entre el follaje, y, alguna vez también, el trueno de los helicópteros y aviones del Ejército de Guatemala.He vivido durante un año aislado de lo que acontece más alIá de la selva, al otro lado de las Montáñas y de los grandes ríos. Un año acompañando y sirviendo pastoralmente a miles de refugiades indígenas que permanecen resistióndo las. brutales matanzas que él Ejército de Guatemala cornete contra este pueblo., Los soldados quemaron las casas de los carripesinos, arras...

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Acabo de regresar de la selva guatemalteca, donde sólo se escucha el grito monótono de la guacamaya y el silbido del viento entre el follaje, y, alguna vez también, el trueno de los helicópteros y aviones del Ejército de Guatemala.He vivido durante un año aislado de lo que acontece más alIá de la selva, al otro lado de las Montáñas y de los grandes ríos. Un año acompañando y sirviendo pastoralmente a miles de refugiades indígenas que permanecen resistióndo las. brutales matanzas que él Ejército de Guatemala cornete contra este pueblo., Los soldados quemaron las casas de los carripesinos, arrasaron su tierra y mat a-ron a muchos. Pero la mayor parte de los pobladores indígenas pudieron salir huyendo, y ahí viven en condiciones de miseria y de bambre, protegidos por los árboles de la selva.

Al llegar ahora a México y encontrarme de nuevo con la civilización, me he encontrado también con la extraña sorpresa de que el Vaticano pretende condenar la teología de la liberación.

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El pobre, en su situación de explotación, discriminación, miseria y muerte, encuentra en la fe no sólo un consuelo, sino, ante todo, una fuerza para organizarse y luchar por salir de esta situación, que es contraria al plan de Dios.

Yo quisiera hacer un llamamiento especial a la curia romana, a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a todo el Vaticano, para que dejen por un tiempo Roma y vengan a vivir con, nosotros y como nosotros, siquiera un mes, entre lodo, con un puñado de maíz cocido por comida de todo un día, durmiendo bajo un nailon y a veces empapados de agua, con calor y cansancio, bajo constante peligro de ser, bom bardeados, pero, sobre todo, con la angustia inmensa de ver sufrir y morir a tanta gente, sobre todo niños, por la desnutrición, diarreas y fiebres palúdicas.

Estoy seguro de que si los sa.cerdotes del Vaticano vinieran y vivieran aquí un poquido de tiempo y nos acompañaran en nuestras labores pastorales comprenderian mejor lo que es la Iglesia que entrega su vida por el hermano, la Iglesia de los pobres, y entonces, estoy seguro, bendecirían y canonizarían ante el mundo la teología de la liberacion-

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