En el umbral de las máquinas que piensan

Un experto en casa

Existe un área en el campo de la inteligencia artificial que, ya en estos momentos, está ofreciendo resultados prácticos e incluso beneficios comerciales. Nos estamos refiriendo a los sistemas expertos, que se podría de cir que son, en definitiva, los detonadores de esta explosión de la IA.Un sistema experto no es sino un programa de ordenador que permite simular el comportamiento de un especialista humano frente a un problema de su competencia en un deteríninado campo o materia. En un caso típico el usuario interacciona con el sistema experto a base de diálogo de consulta, de modo semejante a...

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Existe un área en el campo de la inteligencia artificial que, ya en estos momentos, está ofreciendo resultados prácticos e incluso beneficios comerciales. Nos estamos refiriendo a los sistemas expertos, que se podría de cir que son, en definitiva, los detonadores de esta explosión de la IA.Un sistema experto no es sino un programa de ordenador que permite simular el comportamiento de un especialista humano frente a un problema de su competencia en un deteríninado campo o materia. En un caso típico el usuario interacciona con el sistema experto a base de diálogo de consulta, de modo semejante a como lo haría con la persona especialista, explicando el problema y preguntando y respondiendo cuestiones sobre las soluciones propuestas.

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La construcción de un sistema experto es un proceso laborioso que se considera tódavía más cerca de un arte que de una ciencia. La mayor dificultad estriba en extraer de un experto (humano), o conjunto de exprertos, sus conocimientos sobre el tema en cuestión y sobre la forma en la que obtiene sus conclusiones, y expresarlo después en un conjunto de reglas manejables por el ordenador.

En la actualidad se puede decir que existen del orden de 15 o 20 sistemas expertos construidos que se pueden considerar serios y con aspiraciones comerciales. Las cifras de mercado previstas para estos sistemas son de unos 3.000 millones de pesetas en 1984, que ascenderían a un entorno de los 400.000 mifiones para 1993. Este incremento, junto a la decisión japonesa de diseñar los ordenadores de la llamada quinta generación basándose en concepciones y tecnologías de IA, dan una singular importancia a este campo.

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