Mucho público y total calma en la Semana Grande donostiarra

A lo largo de estos ocho días de la Semana Grande de San Sebastián, una ciudad abierta, escenario de numerosas invasiones, ha asistido perpleja a la mayor ocupación de su historia. Una multitud de guipuzcoanos, vizcaínos, alaveses y navarros, sobre todo, se ha apoderado de la ciudad por unos días, erigiéndose en el mayor espectáculo de unas fiestas repletas de acontecimientos vividos con una intensidad superior a la habitual.

Desde primeras horas de la mañana, animados por el buen tiempo, los forasteros colapsaban los accesos y penetraban en oleadas para apoderarse de la playa y tom...

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A lo largo de estos ocho días de la Semana Grande de San Sebastián, una ciudad abierta, escenario de numerosas invasiones, ha asistido perpleja a la mayor ocupación de su historia. Una multitud de guipuzcoanos, vizcaínos, alaveses y navarros, sobre todo, se ha apoderado de la ciudad por unos días, erigiéndose en el mayor espectáculo de unas fiestas repletas de acontecimientos vividos con una intensidad superior a la habitual.

Desde primeras horas de la mañana, animados por el buen tiempo, los forasteros colapsaban los accesos y penetraban en oleadas para apoderarse de la playa y tomar posesión del centro de la ciudad. Por la noche, la multitud se extendía como una marca gigantesca, ante la que han retrocedido no pocos donostiarras amigos de la noche.

La Semana Grande ha dejado de ser la fiesta de los donostiarras para pasar a ser la fiesta de los guipuzcoanos, preferentemente. Cualquier espectáculo concentraba a diario a miles de personas, pero la apoteosis se producía invariablemente bajo los fuegos artificiales.

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