Tribuna:TRIBUNA LIBRE

La 'teología´ de EL PAIS

.Los valores laicos que promueve EL PAIS son proporcionales a la autonomía ética mundana propia de la secularización que vive España, ignorando (o contestando de un modo concreto) aquella práctica eclesiástica motivada por influjos catequéticos nacionalcatólicos, operativos todavía en específicos ámbitos religiosos españoles, cosa ocasionalmente demostrada, por ejemplo, por determinadas cartas al director, de gran contenido integrista, publicadas a raíz de temas que han creado un malestar en la comunidad católica del país.

Según los miembros del seminario comillense...

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.Los valores laicos que promueve EL PAIS son proporcionales a la autonomía ética mundana propia de la secularización que vive España, ignorando (o contestando de un modo concreto) aquella práctica eclesiástica motivada por influjos catequéticos nacionalcatólicos, operativos todavía en específicos ámbitos religiosos españoles, cosa ocasionalmente demostrada, por ejemplo, por determinadas cartas al director, de gran contenido integrista, publicadas a raíz de temas que han creado un malestar en la comunidad católica del país.

Según los miembros del seminario comillense, la afirmación de convicciones y valores humanos, como la esperanza, la justicia, la solidaridad, promovidos en el discurso editorial de EL PAIS, viene condicionada por el diseño utópico sociocultural que el diario pretende esbozar para la sociedad y sus lectores, dejando así sin mayor relieve -para significativos ambientes propios del llamado pueblo de Dios- las características emancipadoras que, en alguna medida, expresa una parte de la Iglesia española a través de determinadas posturas y opciones pastorales.

La Iglesia jerárquica, para EL PAIS, está sin mayores mediaciones, encarnada hoy en la figura de Juan Pablo II, la cual es recogida con mucho interés por el diario, subrayando los matices entre su postura moral y social en relación con Polonia o Centroamérica, e intentando, además, destacar sus silencios frente a problemas que interpelan a la Iglesia universal (caso Marcinkus, secularización de sacerdotes, etcétera).

Así como en el terreno temporal se habla de economía sumergida, en el espiritual se podría también contemplar el fenómeno de una hipotética teología sumergida, conocida por la jerarquía y tolerada por ésta. Solamente este tipo de teología tendría una relevancia en EL PAIS. Como nombres concretos se citan dos: el del obispo madrileño Alberto Iniesta y el de un servidor de ustedes.

La teología 'sumergida

'Creo que aquí el análisis del seminario comillense no corresponde a la realidad. Ninguno de los dos nos creemos empantanados en al teología sumergida, sino simplemente en la teología lógicamente consiguiente al Concilio Vaticano II. Nuestra actuación es correctamente institucional; nuestro pensamiento se expone in medio ecclesiae. Eso sí, no podemos negar que la teología actual -como casi todas las teologías que en la historia han sido- vive momentos conflictivos: desde la discusión de la Iglesia primitiva sobre la necesidad del judaísmo para todo tipo de aspirante al cristianismo hasta la modernísima discusión del espacio de la fe: confesional o secular.

Muchos de nosotros creemos, con Bonhóffer y con el Concilio Vaticano II (al menos in nuce), que el verdadero espacio para una auténtica teología debe ser secular y no confesional. Dios no forma parte de nuestra historia; Dios es el absolutamente otro. Dios no es necesario para construir el mundo. "Dios es gratuito, pero no superfluo" escribí hace ya muchos años en un pequeño libro que tuvo mucha aceptación y que no fue lanzado a los infiernos, ni mucho, menos.

Quizá de aquí venga esa separación entre el ámbito secular de EL PAIS y la posibilidad que experimentan muchos católicos -jerarcas y teólogos- de expresarse en un espacio no confesional. Yo siempre he seguido el ejemplo de san Pablo -mi viejo amigo- y me he acordado de su osadía de presentarse en el Areópago de Atenas cuando fue invitado para ello. No convirtió a todos los miembros, pero dejó una inquietud y recogió algunos frutos.

Cuando los amigos de EL PAIS, desde sus comienzos, me invitaron calurosamente a colaborar en él, me acordé del Areópago y no tuve la menor duda. Y puedo decir, con toda honradez, que siempre me han admitido los artículos, sin modificarlos en nada, y que, si bien se mira, en muchos de ellos he lanzado una homilía, que nunca habrían oído los secularistas que no pisan ninguna iglesia. de las reacciones de los lectores. Y esto lo digo, no simplemente como escritor colaborador de un periódico importante, sino como pastor religioso. El artículo de EL PAIS ha sido muchas veces el punto de partida para una relación auténticamente religiosa, que ha avivado o excitado la fe cristiana de los lectores. Todo hay que saberlo.

La timidez de la Iglesia posfranquista

Sin embargo, reconozco que el análisis comillense refleja una situación en parte muy real. Y ello se debe, sin duda, a que, después de haber estado tan excesivamente presente en un mundo confesionalmente católico, la Iglesia institucional de ahora se deja llevar excesivamente de un cierto complejo de inferioridad. Realmente no hay para tanto. Los medios de comunicación andan a la busca y captura de personajes representativos de la Iglesia católica. Pero, lógicamente, las relaciones ya no pueden tener el tono magistral y periodísticamente aburrido del período nacionalcatólico.

En este aspecto, hay que hacer honor a un personaje tan representativo de la Iglesia ínstítucíonal española como es el cardenal Tarancón, que siempre ha estado díspuesto, y lo sigue estando, a ponerse en relación con los medios de comunicación. Tiene, eso sí, la ventaja de su sinceridad, de su buen decir, de su gran sentido común y de su enorme sencillez. Como él, hay. muchos otros que deberían anirmarse, y estoy seguro de que EL PAIS no tiene el menor inconveniente en hospedar en sus páginas un contenido digno y atractivo de los problemas religiosos de mayor actualidad.Eso sí, no podemos pretender que un periódico que se ha propuesto, con toda la razón y el derecho, la intención de mantenerse en un espacio laico (que no laicista) se convierta en un boletín diocesano o en una hoja parroquial. Pero sí le podemos pedir a EL PAIS que imite a otros grandes rotativos europeos, como es el caso del francés Le Monde, que ha alimentado a los católicos franceses -y no franceses- con amplios y excelentes dossiers sobre el problema religioso, procurando incorporar toda la realidad conflictiva de un colectivo tan pluriforme como es el catolicismo, no solamente español, sino mundial.

Finalmente, yo propondría que en la sección dominical de libros EL PAIS diera mayor atención a lo mucho y bueno que en España se publica hoy sobre la mejor teología de los últimos años. Los que ya somos mayores nos vemos ahora muy descansados sin tener que hacer el esfuerzo de leer en francés, inglés o alemán lo que está traducido al español o directamente escrito en nuestra lengua, con una altura a veces superior a la media europea.

José María González Ruiz es teólogo.

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