Elecciones autonómicas en Cataluña del 29 de abril

La inercia ha sustituido a las iniciativas

La instauración del Estado de las Autonomías que establece la Constitución de 1978 tiene como consecuencia más inmediata la articulación de un nuevo entramado del aparato administrativo que lo sustenta: la ordenación, en definitiva, de un nuevo diseño de las diferentes administraciones públicas.El modelo teórico del Estado de las Autonomías diseñado en la Constitución presupone una ruptura abierta de la concepción centralista impuesta a principios del siglo XVIII por Felipe V, y profundizada en la primera mitad del siglo XIX con la influencia jacobina y napoleónica. En este contexto, el mapa a...

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La instauración del Estado de las Autonomías que establece la Constitución de 1978 tiene como consecuencia más inmediata la articulación de un nuevo entramado del aparato administrativo que lo sustenta: la ordenación, en definitiva, de un nuevo diseño de las diferentes administraciones públicas.El modelo teórico del Estado de las Autonomías diseñado en la Constitución presupone una ruptura abierta de la concepción centralista impuesta a principios del siglo XVIII por Felipe V, y profundizada en la primera mitad del siglo XIX con la influencia jacobina y napoleónica. En este contexto, el mapa autonómico se presenta como un superador de las barreras impuestas por las distancias y los obstaculos de la burocratización, para conseguir un mayor grado de cumplimiento de la idea de servicio a la comunidad, que es, en definitiva, lo que ha de presidir las relaciones entre Administración y administrados.

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A la vista de la obra feta, como le gusta decir al presidente Pujol, se echa en falta una política con mayúsculas de Función Publica, donde las iniciativas hubieran sustituido a la inercia en las actuaciones, rompiendo la sensación que en muchas ocasiones se ha producido entre los ciudadanos de que la Generalitat se limitaba a reproducir a escala catalana los esquemas de funcionamiento del Estado central. Una política que imprimiera puntualmente los criterios propios del Gobierno catalán, que ha actuado como si los funcionarios ayer periféricos pudieran pasar, sin más, a ser funcionarios autonómicos, olvidando que la nueva Administración catalana debía hacerse a partir de un capital humano que en su mayoría procedentes de la Administración central, y que la tarea de integración y adaptación al proyecto autonómico de este numeroso colectivo no iba a ser nada facil.

En Cataluña, pese a todo, se ha producido una situación de convivencia en el seno de la Administración autonómica de un importante número de contratados administrativos de nivel superior a los propios funcionarios transferidos, con la particularidad de que los contratados predominan en los servicios centrales, que es el lugar de decisión y promoción de los funcionarios.

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