Cartas al director

Formas de violencia

Acogiéndome a la libertad de opinión y expresión que el diario de su digna dirección defiende, quiero hacer algunas puntualizaciones a su editorial de fecha 24 de febrero de 1984, que bajo el título Una violencia crepuscular urde un discurso donde los asesinatos por la espalda de sindicalistas de la talla de S. Seguí por parte del gansterismo patronal quedan a igual altura que la respuesta vital de autodefensa anarquista, o que la levantada por el pueblo en 1936 contra la agresión golpista que engendró una revolución social autogestionaria como no conoce otra la historia.Toda violencia ...

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Acogiéndome a la libertad de opinión y expresión que el diario de su digna dirección defiende, quiero hacer algunas puntualizaciones a su editorial de fecha 24 de febrero de 1984, que bajo el título Una violencia crepuscular urde un discurso donde los asesinatos por la espalda de sindicalistas de la talla de S. Seguí por parte del gansterismo patronal quedan a igual altura que la respuesta vital de autodefensa anarquista, o que la levantada por el pueblo en 1936 contra la agresión golpista que engendró una revolución social autogestionaria como no conoce otra la historia.Toda violencia es insana, claro, pero algunas son peores, y otras irremediables; porque sólo el hacha corta el árbol, y si no hubiera que usarla también con grilletes, cadenas y muros (lea expoliación, opresión, miseria, injusticia), sólo cortaría madera.

Era cuestión admitida que la violencia podía ser justa o injusta, defensiva o agresiva. Hoy, básicamente, la,violencia puede ser legal o ilegal, institucionalizada o marginal. La diferencia esencial entre una y otra radica en el consenso social que la respalda, aunque la validez moral de dicho consenso resulte dudosa (¿alquien justificaría la violencia nazi por estar respaldada en su momento por una mayoría del pueblo alemán?). Pues bien, papel determinante en el logro de esa consensuación juegan los medios de comunicación, y es ahí donde EL PAIS debe ser más cuidadoso, conforme su influencia es mayor.

Porque queda en entredicho su talante progresista y democrático (y conste que como anarquista considero la democracia valiosa, pero insuficiente) cuando se ataca

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tan directamente la violencia marginal, consensuando a la vez la institucional: la que hace que un ciudadano tranquilo pierda en un mismo día su casa, su libertad, su buen nombre y sus archivos personales, siéndole aplicada la ley Antiterrorista y mostrado a la atemorizada opinión pública como criminal por el simple hecho de haber sido militante antifranquista; la que tras criminalizar a un hombre por poseer una ideología que no detenta el poder, intenta criminalizar esa! misma ideología, reivindicando para el legendario anarquismo catalán todos los accidentes de gas, bombas de butano, incendios de suculentos seguros e imaginamos que embarazos extraconyugales que en Barcelona han sido de padre desconocido; la que se olvida de informar que Joaquín Pascual, el siempre querido compañero Quimet, ha sido puesto en libertad sin ningún tipo de cargos, y sin archivo personal tampoco, que se lo quedó la policía. Porque, señor director, la información también puede ser violencia.

Violencia por tanto es su editorial. Sepa que tan anarquista fue E. Reclús, que participó en la Comuna de París con el fusil descargado porque estaba dispuesto a morir pero no a matar, como Di Giovani, que editaría las obras de Reclús con dinero expropiado por él mismo; tan anarquistas Tolstoi o Mella como Ravachol, Durruti o Puig Antich. La diferenciación descalificadora de un anarquismo residual y otro oficial y perfectamente respetable, lo que implicaría una CNT domesticada que ha renunciado a sus objetivos finalistas revolucionarios, es falsa.

Lo que procuramos una importante corriente de CNT es la adecuación práctica y táctica a la realidad histórica del proletariado y sociedad españoles, que exige un racional aprovechamiento de los mecanismos legales y sociales que sería absurdo dejar en manos exclusivas del sindicalismo reformista y, ése sí, oficial (sin comillas). O sea, estar presentes en todos los espacios laborales y económicos donde los intereses de los trabajadores estén en juego. Y como no estamos en 1936, resulta obvio que nuestra táctica ha de ser diferente, aunque siga basándose en la acción directa.,

Pero -que nadie se engañe- no somos oficialistas ni legalistas, ni tampoco -por supuesto- aventureros irresponsables. Caminamos, más allá del cambio, hacia la transformación revolucionaria de esta decadente sociedad. Porque es violenta, señor director, injusta y represiva. Para que el hacha sólo tenga que cortar madera. / Secretario general de sanidad de la CNT-AIT. .

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