Tres jóvenes, a cara descubierta, asesinan en Vitoria a un subcomisario de policía jubilado

El subcomisario del Cuerpo Superior de Policía Pedro Ortiz de Urbina jubilado, de 63 años de edad, resultó muerto ayer en Vitoria, víctima de un atentado. Tres jóvenes a cara descubierta, que utilizaron a la portera como escudo para llamar a la puerta del domicilio, dispararon contra el policía retirado, que murió en el acto.

TONIA ETXARRI El atentado, el primero que se produce en el País Vasco tras las elecciones autonómicas, no ha sido reivindicado todavía. Sin embargo, se encontraron en el umbral de la puerta cuatro casquillos del calibre 9 milímetros Parabellum, marca SF, munición q...

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El subcomisario del Cuerpo Superior de Policía Pedro Ortiz de Urbina jubilado, de 63 años de edad, resultó muerto ayer en Vitoria, víctima de un atentado. Tres jóvenes a cara descubierta, que utilizaron a la portera como escudo para llamar a la puerta del domicilio, dispararon contra el policía retirado, que murió en el acto.

TONIA ETXARRI El atentado, el primero que se produce en el País Vasco tras las elecciones autonómicas, no ha sido reivindicado todavía. Sin embargo, se encontraron en el umbral de la puerta cuatro casquillos del calibre 9 milímetros Parabellum, marca SF, munición que habitualmente utiliza ETA Militar.La operación comenzó poco antes de las ocho de la mañana cuando tres personas intimidaron, a punta de pistola, a Jesús María Díaz de Heredia, propietario de un vehículo Seat Ritmo, de color rojo, matrícula VI-2341-F, que se disponía a salir del garaje junto a su casa. Los jóvenes situaron al propietario del vehículo en la parte trasera y, sin mediar palabras, se dirigieron al domicilio del ex subcomisario retirado, en la avenida de Judizmendi, de la capital alavesa.

Tras penetrar en el edificio, dos miembros del comando subieron hasta el piso de los porteros mientras un tercero permanecía en el coche robado con el propietario. Al cabo de cinco minutos los tres individuos se reunían en el octavo piso del inmueble, y, tras maniatar al portero y al propietario del vehículo, bajaron con la portera al tercer piso, obligándola a llamar a la puerta del domicilio de Pedro Ortiz de Urbina. Al no responder nadie porque éste se encontraba en misa, como cada mañana, los agresores tuvieron que repetir la operación al cabo de unos minutos.

Eran ya las 8.35 horas cuando los tres miembros del comando se personaban, de nuevo, en el tercer piso, utilizando a la joven portera para que pulsara el timbre. En cuanto Pedro Ortiz de Urbina abrió la puerta, retiraron a la portera y dispararon contra el funcionario de policía retirado. Un proyectil le alcanzó en el pecho y otro en la cabeza. Cayó muerto en el mismo umbral de la puerta, en donde posteriormente fueron recogidos cuatro casquillos del calibre 9 milímetros Parabellum, marca SF. Los asesinos huyeron en el mismo coche robado y lo abandonaron después el vehículo en una de las calles adyacentes, al lugar de los hechos.

Pedro Ortiz de Urbina Garayalde, que era natural de la localidad de Gamarra Mayor, ubicada en las afueras de Vitoria, no tenía hijos. Se quedó viudo hace tres años y desde entonces vivía solo en el tercer piso de la avenida Judizmendi, de Vitoria, muy cerca del matadero municipal, en donde ejercía su profesión de veterinario. Disfrutaba de una excedencia antes de jubilarse en 1982.

Los vecinos de la víctima aseguraron que era una persona algo introvertida, muy conocida en el barrio por su gran pasión por los animales. Tenía la costumbre de asistir a misa de lunes a viernes los sábados y domingos cambiaba de parroquia- en una iglesia situada casi en frente de su casa.

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Al referirse a la cautela de la víctima para abrir la puerta, una vecina señalaba que "era la única precaución que tomaba, pero sería por los ladrones, porque no se escondía de nada. Figúrese que no sólo iba a misa, sino que solía leer la epístola".

Por su parte, el joven portero José Vega Arias, visiblemente afectado, poco antes de ir a prestar declaración a la comisaría de policía señalaba temeroso el mal rato que había pasado, porque mientras él se encontraba maniatado junto al propietario del vehículo y vigilado por un miembro del comando, los otros dos se habían llevado a su mujer.

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