Cartas al director

La minoría gitana

Universidad de California, Los Ángeles (EE UU). -

He leído en los últimos ejemplares de EL PAÍS que acaban de llegar, con varios días de retraso, a la Biblioteca de Investigación Universitaria de UCLA lo referente a los graves actos de discriminación contra la minoría gitana que se vienen sucediendo últimamente en España. Son cosas de ese estilo las que pueden hacer que uno se llegue a sentir avergonzado de ser español. Mi experiencia de acercamiento al mundo gitano años atrás, a pesar de ser ciertamente limitada, me mostró que actos como el de quemar una chabola con gitanos dentro no es más que la última consecuencia del clima de increíble h...

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He leído en los últimos ejemplares de EL PAÍS que acaban de llegar, con varios días de retraso, a la Biblioteca de Investigación Universitaria de UCLA lo referente a los graves actos de discriminación contra la minoría gitana que se vienen sucediendo últimamente en España. Son cosas de ese estilo las que pueden hacer que uno se llegue a sentir avergonzado de ser español. Mi experiencia de acercamiento al mundo gitano años atrás, a pesar de ser ciertamente limitada, me mostró que actos como el de quemar una chabola con gitanos dentro no es más que la última consecuencia del clima de increíble hostilidad a que se ve permanentemente sometido ese grupo asentado en nuestro país. Ya a mediados de los setenta se practicó la quema de chabolas gitanas en Madrid, causando la muerte a varios niños.Mi relación con el mundo gitano se desarrolló a través del centro de alfabetización de gitanos que estuvo funcionando en el Colegio Mayor Chaminade de Madrid entre los años 1975-1978, y en el que colaborábamos una veintena de universitarios. Aquella experiencia nos abrió los ojos sobre el particular a muchos de nosotros. Los niños recibían las clases en las aulas del Colegio Mayor Chaminade; en el caso de los adultos, éramos nosotros quienes, para mejor conveniencia de ellos, íbamos a su poblado a enseñarles. Dicho poblado (que se encontraba ubicado al final del paseo de Juan XXIII) estaba levantado sobre un basurero. Las chabolas estaban construidas con cartones, plásticos y tablas sueltas; dentro de las mismas, el olor era insufrible y las condiciones de vida en general (alimentación, vestido, higiene, salud) eran aterradoras, hasta el punto de que otra gente a la que informábamos de ello se resistía a creerlo. Recuerdo que uno de los primeros problemas a resolver fue el de proveerles de gatos, ya que las chabolas estaban llenas de ratas que corrían por entre ellos mientras dormían, habiendo llegado a morder a los niños en varias ocasiones, y tenían miedo de utilizar cepos o veneno por el riesgo que esto suponía para los niños. A los niños nunca logramos escolarizarlos. En unos casos eran los directores de los colegios quienes rehusaban admitirlos y en otras ocasiones eran los padres de los alumnos quienes protestaban. La razón era siempre la misma: "No queremos aquí gitanos".

Es importante recordar también que hasta 1978 han existido leyes discriminatorias contra los gitanos (se permitía a la Guardia Civil entrar en las viviendas gitanas sin autorización judicial). Y no está de más el mencionar a las otras minorías que sufren discriminación en España (húngaros, minorías asiáticas, negros, sudacas). La situación de las minorías raciales en España, y particularmente los gitanos, creo que sólo es comparable a casos como el de Suráfrica. En ningún otro país desarrollado se da algo semejante. Ahora corresponde al Gobierno poner en marcha, con urgencia, una legislación enérgica de apoyo a las minorías. /

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