Editorial:

La multiplicación del riesgo en el Mediterráneo

ESTADOS UNIDOS ha concentrado frente a Líbano la mayor fuerza de fuego del Mediterráneo. El presunto enemigo, o el país en que se centra el conjunto de enemigos que tendría que combatir esa fuerza, es Siria, que ha movilizado sus reservistas, pero que, sobre todo, lleva por lo menos cuatro meses recibiendo intensamente material militar soviético. Aun así, los estrategas creen que los 300 aviones de combate que transportan el Independence, el Eisenhower y el Kennedy; los misiles y los marines a bordo de las 30 unidades de combate que rodean a estos grandes navíos, no...

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ESTADOS UNIDOS ha concentrado frente a Líbano la mayor fuerza de fuego del Mediterráneo. El presunto enemigo, o el país en que se centra el conjunto de enemigos que tendría que combatir esa fuerza, es Siria, que ha movilizado sus reservistas, pero que, sobre todo, lleva por lo menos cuatro meses recibiendo intensamente material militar soviético. Aun así, los estrategas creen que los 300 aviones de combate que transportan el Independence, el Eisenhower y el Kennedy; los misiles y los marines a bordo de las 30 unidades de combate que rodean a estos grandes navíos, no, encontrarían verdadero enemigo en los 220.000 soldados sirios -más 100.000 reservistas- y en los 457 aviones, que se consideran anticuados, de las fuerzas sirias. A condición de que hubiese un combate frontal. Otra cuestión es la de cómo esta fuerza puede oponerse al enjambre de guerrillas y grupos de acción, a las emboscadas y al terrorismo. Resulta menos favorable. Como también resultan menos favorables las reacciones internacionales. Y las interiores en Estados Unidos. La posibilidad de una guerra mayor -lo cual no quiere decir que fuese la guerra por antonomasia, la nuclear, la final- es ahora considerable.Los hechos básicos están en que Siria, los palestinos contrarios a la moderación de Arafat, los musulmanes libaneses; el enjambre de siglas, organizaciones, grupos y grupúsculos, y el enorme núcleo mundial de los irredentistas musulmanes tienen hoy en Líbano una iniciativa y una fuerza que han perdido Israel y el Gobierno legal de Gemayel; que Siria puede multiplicar esa fuerza si elimina a Arafat y sus seguidores que resisten en Trípoli, y que la nueva OLP, alimentada por Siria, puede convertirse en una fuerza mucho más temible y mucho más agresiva para Israel de la que había antes de su desdichada invasión de Líbano; hasta el punto de que su, más que deseo, necesidad -por restaurar su unidad, su economía; por combatir su miedo y rectificar su error- de retirar sus soldados de Líbano puede hacerse imposible. Entre estos hechos básicos está que Estados Unidos no piensa en absoluto prestarse a esa pérdida -la del Gobierno de Gemayel, la de una por lo menos neutralización libanesa- y que el envío de esta impresionante flota no es sólo una demostración y puede ir más lejos que la simple expresión de apoyo a la fuerza multinacional que apoya a Gemayel: puede ir hasta iniciar una operación de castigo y represalia por los ataques terroristas. Los dos anteriores presidentes de Estados Unidos, Ford y Carter, consultados, se han manifestado contrarios a la expedición punitiva. Lo mismo ha hecho Margaret Thatcher, que tiene un contingente reducido y atrincherado en Líbano. Italia ha advertido que podría retirar sus fuerzas. Francia probablemente haría lo mismo. Pero nadie puede asegurar que Reagan decida contenerse si se produce un nuevo acto terrorista; y nadie sabe si ese ataque puede producirse en cualquier momento, ya que no depende estrictamente, de Irán, Libia o Siria -generalmente acusados-, sino de una acción directa de grupúsculos incontrolables. Nadie sabe tampoco cómo podría realizarse la represalia. Bombardear desde los barcos, o con sus aviones, los núcleos de guerrillas que hay en las colinas en tomo a Beirut o la Bekaa parece inútil y dañino. Lanzar a los marines al ataque directo supone una entrada directa en guerra. Incitar a los israelíes a que lo hagan ellos no tiene sentido. Y el Ejército de Gemayel no tiene fuerza. Oriente Próximo no es Granada.

La apuesta de Reagan está, como hasta ahora en todas sus intervenciones, en la idea político-militar de que la URSS no podrá responder a un acto decidido y sin camino de regreso, y que, por tanto, Siria se contendría. Puede que, efectivamente, sea así, aunque nadie está en estos momentos en condiciones de saber cómo funciona el poder dentro de la URSS, que es de Andropov y qué reacciones puedan suscitarse. Tampoco parece que Siria, por sí misma, pudiera hacer frente a un ataque en regla de Israel apoyado por esta inmensa fuerza norteamericana. Pero nadie sabe tampoco qué misiles hay en tierra, qué daños pueden causar a las unidades de Estados Unidos y qué pasaría a partir de ese momento. El riesgo mayor no está, como queda dicho, en el enfrentamiento de esas grandes fuerzas -que Estados Unidos, indudablemente, puede multiplicar-, sino en la guerra sinuosa, en las guerrillas, en lo irregular.

El riesgo existe. Puede que llevar ese riesgo al borde mismo de la guerra tenga como intención forzar unas condiciones de paz previstas desde antes, en las que se incluyan ciertas aceptaciones de Israel de establecimientos palestinos y de una neutralización de Líbano. Pero hay muchas posibilidades de que todo salga mal.

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