Tribuna:

Maricones

Se llama eufemismo al modo solapado de denominar la bicha. O sea, que consiste en cambiar algo verbalmente para que todo siga igual. Eso sucede con lo gay, que es un anglicismo que se sirve con sonrisas de hiena, falsa aceptación y el soterrado escrúpulo de siempre.Dicen que vivimos en una sociedad más tolerante, y es verdad: ya no se descuartiza a aquellos que se salen de la norma. El problema es que la norma en sí no se pone nunca en entredicho: se admite a los transgresores, pero la transgresión subsiste. Por eso, cuando de repente aparece un síndrome letal y cascan unas cuantas de...

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Se llama eufemismo al modo solapado de denominar la bicha. O sea, que consiste en cambiar algo verbalmente para que todo siga igual. Eso sucede con lo gay, que es un anglicismo que se sirve con sonrisas de hiena, falsa aceptación y el soterrado escrúpulo de siempre.Dicen que vivimos en una sociedad más tolerante, y es verdad: ya no se descuartiza a aquellos que se salen de la norma. El problema es que la norma en sí no se pone nunca en entredicho: se admite a los transgresores, pero la transgresión subsiste. Por eso, cuando de repente aparece un síndrome letal y cascan unas cuantas decenas de maricas, a las gentes de bien se les esponja la conciencia, y seguramente sienten la misma satisfecha compasión que debieron sentir los justos de la Biblia al contemplar, desde la seguridad de una colina, cómo Jehová fosfatinaba sodomitas. Qué castigo más divino y ejemplar puede caber que el que se le pudra la sangre al invertido.

Es una trampa moral en la que caemos todos fácilmente. Tomemos, por ejemplo, el término homosexual, verdadera perla del eufemismo social en que vivimos. Los llamados homosexuales son diferentes a las locas. Son arquitectos, periodistas, economistas, abogados, suelen poseer cierta cultura. Llevan barbas, visten con discreción, no tienen pluma.

-Pues sí, Andrés es homosexual, no se le nota nada, ¿verdad?, es un encanto.

Y al homosexual se le tolera, porque no desafía la norma exteriormente, porque disfraza su diferencia con máscaras viriles, porque es lo que se dice todo un hombre. Pero, ay de aquel que sea loca y mariquita. Ay de aquel que tenga andares de pasarela, caderas saltarinas, corazón de marabú y vocación de purpurina. Entonces se le marca con la campanilla de su infamia, se le desprecia y le segregan, e incluso habrá algún homosexual encorbatado que huirá de él por su descaro.

-Ni gay, ni homosexual, ni afeminado: yo lo que soy es maricón.

Lo reivindican los más batalladores, posiblemente los mas lúcidos. Maricas, mariquitas, maricones, sarasas, cocinillas, superferolíticas carrozas, carilindos. Que sea cada uno lo que quiera, hasta conseguir que todos seamos lo que somos.

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