Editorial:

Las cuentas del INI

A RENGLÓN seguido de que el ministro de Industria, Carlos Solchaga, cantase, la pasada semana, las verdades sobre la empresa pública y formulase un dramático llamamiento a sus directivos, recordándoles que quien no estuviera a la altura de su tarea dimitiese, el presidente del Instituto Nacional de Industria facilitaba la cifra de pérdidas del INI en 1982:134.000 millones de pesetas; es decir, un 26,8% más que en 1981 y 32.000 millones más que las anunciadas por el equipo saliente.Sin embargo, no explicó cómo se ha producido este resultado desconsolador. En efecto, las ventas del INI au...

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A RENGLÓN seguido de que el ministro de Industria, Carlos Solchaga, cantase, la pasada semana, las verdades sobre la empresa pública y formulase un dramático llamamiento a sus directivos, recordándoles que quien no estuviera a la altura de su tarea dimitiese, el presidente del Instituto Nacional de Industria facilitaba la cifra de pérdidas del INI en 1982:134.000 millones de pesetas; es decir, un 26,8% más que en 1981 y 32.000 millones más que las anunciadas por el equipo saliente.Sin embargo, no explicó cómo se ha producido este resultado desconsolador. En efecto, las ventas del INI aumentaron en 1982 un 23% y el principal capítulo de gastos -los salarios- creció un 10,7% por debajo de la media nacional. Los gastos financieros se elevaron en un 26,5 %, pero su importancia es relativamente inferior a la de los salarios. El comportamiento descrito por las cifras facilitadas lo hubieran suscrito bastantes sectores de la economía nacional, y por ello no justifica el aumento negativo de los resultados. Posiblemente falten datos fundamentales en el cuadro facilitado a los medios de comunicación.

El presidente del INI avanzó también unas pérdidas de 87.000 millones para el primer semestre de este año y el propósito de reducir el déficit a 30.000 millones en la segunda mitad. En el segundo semestre es tradicional una mejora en los resultados globales de las cuentas del INI. En esta parte del año se ingresan las transferencias con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y, por ejemplo, el resultado de Iberia suele mejorar bastante (los meses de julio, agosto y septiembre son tradi cionalmente buenos para las compañías de aviación en países receptores de turismo, como España). No obstante, en el ejercicio actual las perspectivas de Iberia no son tan optimistas y, además, muchos de los créditos del INI están indiciados con el interbancario, cuyos tipos de interés están situados por encima del 22%. Estos acontecimientos ensombrecen la recuperación contable prevista. En el otro lado de la balanza, la venta a Endesa de las participaciones accionariales de una serie de industrias eléctricas propiedad del INI le permitirán in gresar unos 25.000 millones de pesetas, que significarán una buena inyección en los resultados del segundo se mestre.

En cualquier caso, los resultados del INI, con pérdidas muy superiores a los 100.000 millones de pqsetas, exigen ser cortegídos a la baja. Ningún Gobierno debe permitirse la financiación de este agujero recurrente, cuyo origen está tanto en la gestión de las empresas -algunas veces desastrosa y otras no- como en las imposiciones en el pasado desde el Gobierno de turno" para absorber ruinas pagando un buen precio a cargo de los recursos del INI. En los últimos años, el Instituto absorbió, en plena crisis, el desastre de Babcock-Wilcox, después de haber rescatado a los accionistas privados de sus compromisos en Altos Hornos del Mediterráneo, Astilleros Españoles, Textil Tarazona y una larga lista de empresas en pérdidas. Y algunos años atrás, conviene recordarlo, se produjeron operaciones como la creación, venta y posterior recompra de empresas como Interlhorce, verdadero paradigma de socialización de pérdidas.

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Asimismo, la propia presentación de las cuentas del INI demuestra las dificultades de la tarea de saneamiento. Los gastos de personal se han contenido y, sin embargo, el peso de las nóminas puede resultar excesivo para la productividad actual de estas empresas. Tampoco se puede ignorar cómo la pésima estructura de las empresas del INI y el excesivo burocratismo a que está sometido todo el proceso de decisión, lo sitúan en condiciones de inferioridad para luchar en un mercado competitivo.

La bronca del ministro Solchaga a los presidentes de, las empresas del INI y las cuentas del presidente del INI, Enrique Moya, demuestran la decisión del Gobierno de sanear la parte industrial del sector público y las dificultades con que tropezarán las palabras valientes cuando llegue el momento de proceder a organizar una acción empresarial con resultados positivos.

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