Editorial:

El poder de Andropov

LAS RECIENTES propuestas de Andropov, hechas durante una cena en honor de una delegación de Alemania Oriental, sobre el problema de los euromisiles, además de su impacto en el plano internacional, añaden un nuevo elemento a los interrogantes que se han barajado en el último período sobre la existencia de discrepancias en la cumbre de la URSS. En diciembre de 1982, durante una conversación con el entonces candidato a canciller de la socialdemocracia alemana, Hans-Jochen Vogel, Andropov hablé ya de la posibilidad de basar las negociaciones en tomo al arma nuclear sobre el número de...

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LAS RECIENTES propuestas de Andropov, hechas durante una cena en honor de una delegación de Alemania Oriental, sobre el problema de los euromisiles, además de su impacto en el plano internacional, añaden un nuevo elemento a los interrogantes que se han barajado en el último período sobre la existencia de discrepancias en la cumbre de la URSS. En diciembre de 1982, durante una conversación con el entonces candidato a canciller de la socialdemocracia alemana, Hans-Jochen Vogel, Andropov hablé ya de la posibilidad de basar las negociaciones en tomo al arma nuclear sobre el número de cabezas y no de misiles o lanzadores. Se refirió entonces también a la posibilidad de que la URSS pudiese destruir, y no sólo desplazar, el número de armas que quedase sobrante en el caso de un resultado positivo de las negociaciones. En cambio, la conferencia de prensa de Gromyko, en el mes de marzo pasado, se concentró en un argumentado rechazo de las propuestas norteamericanas, sin ninguna apertura. Aunque siempre es arriesgado interpretar las diferencias en el equipo dirigente soviético, se observa en este caso una acentuación del continuismo por parte del ministro de Asuntos Exteriores, y hoy además primer viceprimer ministro, mientras las incursiones de Andropov en cuestiones internacionales han llevado consigo, al menos en algunos casos, cierto sabor de novedad: han indicado un deseo de progresar en las negociaciones en curso con EE UU.Simultáneamente, una serie de datos muestran una creciente dificultad en la consolidación del nuevo equipo encabezado por Andropov; ha transcurrido medio año desde la muerte de Breznev y el puesto de presidente del Presidium del Soviet Supremo, equivalente al de jefe del Estado, no ha sido cubierto. Es un hecho sin precedentes en la historia de la Unión Soviética. No se trata de un cargo protocolario: Breznev lo detentaba junto con el de secretario general del partido y ello daba un carácter oficial, estatal, a sus iniciativas o actividades intemacionales; en cambio, cuando ahora habla Andropov, sólo puede hacerlo en nombre del partido; y aunque no sería serio 'dudar de su poder efectivo, no obstante carece de representatividad formal para comprometerse en nombre del Estado soviético.

En ese marco, acaba de ocurrir un hecho singular: Pravda ha dado la noticia, dentro de un artículo del minístro de Defensa dedicado al aniversario del fin de la segunda guerra mundial, de que Andropov es presidente del Comité de Defensa de la URSS. ¿Cuándo y cómo ha sido elegido para ese cargo? ¿Por qué órgano? No se ha dicho nada al respecto. Que esta noticia salga a la luz precisamente ahora, podría indicar un respaldo de los generales al secretario general del partido.

Es difícil no asociar estos hechos a la neta disminución del papel de Constantin Chernenko, la persona que Breznev había designado para sucederle y quien presentó al Comité Central la candidatura de Andropov. Una vez desplazado del puesto máximo, había pasado a dirigir el trabajo ideológico, como el sucesor, en cierto modo, del papel desempeñado por Suslov durante largas años. Sin embargo, en la reciente celebración del aniversario de Lenin (ocasión ritual de definición de las orientaciones básicas del Buró Político) ni tomó la palabra, ni asistió. El artículo publicado en diciembre por la revista Kommunist sobre los peligros de las divisiones en el seno del partido puede interpretarse como una indicación discreta de que existen diferencias, contradicciones, que dificultan a Andropov asentar plenamente el poder de su equipo.

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Llama la atención que Andropov, al cabo de seis meses, y después de haber anunciado una lucha seria contra la desidia, la corrupción, la incapacidad de muchos dirigentes, no haya formulado ningún proyecto de reforma para superar las deficiencias denunciadas por él mismo, para hacer frente a una seria crisis de la economía. Entre los dirigentes más jóvenes, como VIadimir Dolgich, responsable de la política industrial, Aliev, viceprimer ministro, y sobre todo Miguel Gorbachev, que presentó el informe en el último aniversario de Lenin, y que, llamado para superar la crisis de la agricultura, asume ahora la dirección de la política económica general en el órgano supremo del partido, el rasgo común es que se trata de hombres con formación universitaria técnica, y sobre todo con experiencia y éxitos en la administración de ramas económicas; quizá les convendría el nombre de managers, incluso de tecnócratas.

Todo indica, sin embargo, la extraordinaria capacidad de resistencia y de inmovilismo, incluso ante la eventualidad de cambios parciales, de los sectores más tradicionales y centralistas de la burocracia, considerablemente reforzados durante el largo período de gobernación de Breznev. Después de una primera fase que siguió a la muerte de éste, en la que predominé cierta sensación de que se iba a abrir un proceso de cambios con la llegada de Andropov a la dirección, lo más notable en la actualidad es el margen escasísimo de esos cambios; la composición del Buró Político y del propio Comité Central determinan, sin duda, una mayoría aplastante de las actitudes continuistas. Aunque es evidente que otros factores desempeñan un papel importante en las estructuras de las tomas de decisión de la URSS; concretamente, el Ejército. Lo cual, por otra parte, no es una exclusiva soviética.

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