Cartas al director

Visa y la mujer

Hace unos días solicité en una agencia madrileña del Banco de Bilbao los impresos para obtener la tarjeta de crédito Visa. Me disponía a pasar una entretenida tarde rellenando los tres interminables folios cuando, cuál no sería mi asombro, descubrí al pie de cada uno una casilla en la que podía leerse: "En caso de solicitud firmada por mujer casada: con mi consentimiento marital. Firma del marido".Me puse a buscar la casilla equivalente en la que figurara la fórmula "Consentimiento de la esposa" (el adjetivo ni existe). Habría sido igualmente absurdo, pero más justo, por la cosa de la igualdad...

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Hace unos días solicité en una agencia madrileña del Banco de Bilbao los impresos para obtener la tarjeta de crédito Visa. Me disponía a pasar una entretenida tarde rellenando los tres interminables folios cuando, cuál no sería mi asombro, descubrí al pie de cada uno una casilla en la que podía leerse: "En caso de solicitud firmada por mujer casada: con mi consentimiento marital. Firma del marido".Me puse a buscar la casilla equivalente en la que figurara la fórmula "Consentimiento de la esposa" (el adjetivo ni existe). Habría sido igualmente absurdo, pero más justo, por la cosa de la igualdad de sexos. En vano. Este requisito sólo se le exigía a la mujer casada. Me froté los ojos, como si saliera de un mal sueño: Madrid, 1983. Gobierno socialista, sistema democrático reconocido por los demás países y una de las constituciones más recientes y modernas del mundo, donde se lee que todos los españoles tienen los mismos derechos y que no habrá discriminación de sexos... lo único que se le ocurre a una, en su perplejidad, es preguntarle al señor director del Banco de Bilbao: "¿Cuándo remozamos la papela, ya que no las mentalidades?". /

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