Editorial:

La huelga bancaria

AUNQUE LA huelga de la banca privada, que continúa hoy, no haya sido total, sus repercusiones en las grandes ciudades y en bastantes regiones han sido notables. No resulta fácil suministrar cifras exactas del paro, ya que las informaciones son muy divergentes según cuáles sean las fuentes suministradoras. Mientras los sindicatos dan porcentajes muy altos de participación en la huelga, la Asociación Española de Banca privada ofrece datos mucho más modestos.El punto clave del conflicto está en la reclamación por los trabajadores de un 12,5% de incremento salarial, replicada por la patronal con e...

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AUNQUE LA huelga de la banca privada, que continúa hoy, no haya sido total, sus repercusiones en las grandes ciudades y en bastantes regiones han sido notables. No resulta fácil suministrar cifras exactas del paro, ya que las informaciones son muy divergentes según cuáles sean las fuentes suministradoras. Mientras los sindicatos dan porcentajes muy altos de participación en la huelga, la Asociación Española de Banca privada ofrece datos mucho más modestos.El punto clave del conflicto está en la reclamación por los trabajadores de un 12,5% de incremento salarial, replicada por la patronal con el ofrecimiento de un 9,5%. Así pues, cada contendiente se coloca, respectivamente, en el extremo superior e inferior de la banda del Acuerdo Interconfederal de 1983. Durante las fases preparatorias del Acuerdo Interconfederal, la AEB se pronunció en favor de tina banda de retribuciones muy inferior a la finalmente pactada. Su actitud actual trata, al parecer, de mantener la coherencia entre aquellos postulados y la negociación efectiva. Los trabajadores, por su parte, saben ya, por los avances oficiales, que el incremento medio de los salarios negociados durante los primeros meses de este año es ligeramente superior al 11 %, y no sólo no se resignan a aceptar un aumento inferior, sino que desean alcanzar el límite superior de la banda.

En los años pasados, la AEB aceptó fuertes incrementos salariales, a veces después de duras tensiones en las negociaciones, y una reducción de jornada laboral relativamente más ventajosa para los trabajadores que la existente en otras actividades productivas. Durante un largo período, el sector bancario vivió una época de optimismo, reflejado, por ejemplo, en el auge de apertura de nuevas oficinas cara al público. Entre 1974 y 1982, el número de oficinas pasó de 4.000 a 15.000 (una de las cosas que más sorprenden a los turistas es el altísimo número de establecimientos bancarios de nuestras ciudades), en contraste con la reducción de la capacidad instalada en la industria. Paradójicamente, este desarrollo del negocio bancario se producía cuando la liberalización del sistema financiero permitía el surgimiento de nuevas formas de captación del ahorro que auguraban una próxima contracción del negocio de intermediación bancaria. La consecuencia fue la crisis. Muchos bancos han ido cerrando, y en 1982 los siete grandes, victoriosos supervivientes, han tenido, un incremento medio de los beneficios inferior al 10%. Pero sería falaz suponer que la pérdida de rentabilidad viene dada por los gastos de personal, y no por lo equivocado de algunas inversiones.

En 1983, las cosas no se presentan mejor. La subida en. un punto del coeficiente de caja y la necesidad de importantes provisiones para fallidos ensombrecen el panorama de los bancos privados. Se trata de una cautela -nacida tanto de la política monetaria como de la propia política de los bancos- para hacer frente a unos créditos cuyo grado de recuperación y de salud no es optimista. En esa perspectiva, el pulso entablado entre la AEB y el sindicato de banca terminará quizá con cesiones mutuas, pues unos y otros tendrán, en última instancia, que aceptar las dificultades por las que atraviesa un sector en el que se ha producido la desaparición de bancos pequeños, de bancos medianos e incluso de bancos bastante, grandes, como el Urquijo o la división bancaria de Rumasa. Sorprende por eso la rigidez negociadora de ambas partes, y muy especialmente la de aquellos patronos bancarios que acaban de comunicar a la opinión pública sus cifras de beneficio. Y cabe preguntarse si las indudables molestias causadas a los usuarios, en pleno umbral de las vacaciones de Semana Santa, no se hubieran podido evitar con más cordura por parte de los negociadores.

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