Weinherger, en Madrid

La visita a Madrid del secretario de Defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger, tiende a mitigar la curiosidad-preocupación que despierta en Washington la actitud retráctil del Gobierno español ante la OTAN. Weinberger va a exigir respuestas muy concretas, más concretas, al menos, que las recibidas hasta ahora por los Gobiernos del Reino Unido y de la República Federal de Alemania. Esta visita del responsable norteamericano de Defensa de Madrid podría dibujar de algún modo el perfil de nuestra autonomía en poilítica internacional. No se trata, por supuesto, de definir este viaje a España de...

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La visita a Madrid del secretario de Defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger, tiende a mitigar la curiosidad-preocupación que despierta en Washington la actitud retráctil del Gobierno español ante la OTAN. Weinberger va a exigir respuestas muy concretas, más concretas, al menos, que las recibidas hasta ahora por los Gobiernos del Reino Unido y de la República Federal de Alemania. Esta visita del responsable norteamericano de Defensa de Madrid podría dibujar de algún modo el perfil de nuestra autonomía en poilítica internacional. No se trata, por supuesto, de definir este viaje a España del señor Weinberger como una escala técnica destinada a ejercer una presión de altura.No debe olvidarse, sin embargo, que la visita del ministro norteamericano de Defensa coincide con la de los reyes de Suecia, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, representante diplomático de una país con larga tradición de neutralismo, se ha interesado también por la actitud de España ante la OTAN. Weinberger parece haber enviado por delante a todo el Occidente. Declaraciones privadas del embajador alemán en Madrid y el glacial recibimiento en Londres a nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, sugieren que la OTAN siente un interés muy claro por la vinculación española al Tratado del Atlántico Norte. Y al Sur, Marruecos, el gran aliado de Estados Unidos, adopta una postura de dureza y de escepticismo ante las ofertas españolas de entendimiento serio. El señor Weinberger llega a Madrid con la lección ya recitada por otros.

Pero hay que aceptar la realidad e iniciar un diálogo. Y, sobre todo, corregir los errores de improvisación y apresuramiento. El viaje de Morán a Londres fue una excursión diricilmente justificable, especialmente cuando el relevo de embajadores allí -Puig de la Bellacasa sustituye a Fernando Arias-Salgado- no había dado aún frutos. En Londres se ha desperdiciado con tristeza infinita el éxito político-diplomático de la apertura de la verja de Gibraltar. No debe extrañar, pues, el hecho de que la política exterior española, más que desde el palacio de Santa Cruz, se inspire ahora desde la Moncloa. La diplomacia es una cosa muy seria.

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