Editorial:

Refomismo en Brasil

LA TOMA de posesión de los nuevos gobernadores brasileños, elegidos en las elecciones de noviembre pasado, se ha hecho con fiestas en diversas ciudades, pero en un ambiente político cargado de incertidumbre. El descubrimiento de un dispositivo de escucha en el despacho del presidente de la República, general Figueiredo, colocado por uno de los servicios de información que actúan en el seno de las fuerzas armadas, da idea de la agudización de las contradicciones, incluso en los más altos círculos que detentan un poder aún dictatorial.El hecho de fondo es que una apertura vigilada y controlada, ...

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LA TOMA de posesión de los nuevos gobernadores brasileños, elegidos en las elecciones de noviembre pasado, se ha hecho con fiestas en diversas ciudades, pero en un ambiente político cargado de incertidumbre. El descubrimiento de un dispositivo de escucha en el despacho del presidente de la República, general Figueiredo, colocado por uno de los servicios de información que actúan en el seno de las fuerzas armadas, da idea de la agudización de las contradicciones, incluso en los más altos círculos que detentan un poder aún dictatorial.El hecho de fondo es que una apertura vigilada y controlada, como la de las elecciones de noviembre pasado, ha desbordado en cierto modo los cálculos que habían hecho Figueiredo y su Gobierno: es verdad que el partido oficialista (PDS) ha ganado el gobernador en doce Estados, pero su porcentaje ha sido superior, sobre todo, en las zonas más atrasadas del país. La oposición ha ga nado en diez Estados, que representan, aproximadamente, los dos tercios de la población y en los que se produce cerca del 80%. de la renta nacional. En particular, Leonel Brizola, dirigente del Partido Democrático del Trabajo, calificado como incendiario por algunos generales por su papel frente al golpe de 1964, ha sido elegido, con un programa socialista moderado, gobernador de Río de Janeiro.

En el Congreso, el partido oficialista ha obtenido 234 diputados, y la oposición, 245. Sin duda, los poderes del Congreso son limitados. El colegio electoral, encargado de designar al futuro presidente en 1985, sigue controlado por el general Figueiredo: precisamente este tema de la sucesión está dando lugar, entre bastidores, a luchas durísimas entre fracciones duras del Ejército, que desearían colocar un general dispuesto a paralizar el proceso liberalizador, y los que prefieren seguir la prudente apertura de Figueiredo.

No cabe duda de que los resultados de las elecciones, al poner de manifiesto la fuerza de la oposición y entregar en manos de ésta parcelas de poder en algunas de las principales ciudades, aumentan el aventurerismo inherente a cualquier intento de marcha atrás. Por eso, parece probable que, con el mismo general Figueiredo, con un civil como el vicepresidente Chaves o con otro candidato, la futura presidencia se presente bajo el signo de¡ continuismo de un moderado proceso reformista.

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La evolución democrática brasileña ha demostrado cómo en la primera ocasión,en que un pueblo ha podido expresarse, después de dieciocho años de dictadura, lo ha hecho con una voluntad clarísima de democracia, de pluralismo, de libertades plenas. Se ha apuntado incluso una superación de ese populismo brasileño que tanta influencia ha tenido en otras etapas y que ha servido para dar una legitimación de izquierda al recorte de la democracia y los derechos humanos.

Ahora bien, ¿se podrá mantener el equilibrio entre una cumbre política regida aún de forma no democrática, autoritaria, y la, existencia de reales espacios democráticos en otros escalones de la estructura del poder? Es difícil predecirlo; mucho puede depender de la situación económica, hoy pésima, agravada por una política de inversiones insensatas que ha colocado a Brasil en el pelotón de cabeza por la cuota de inflación y el endeudamiento exterior.

El impacto de lo que ocurre en Brasil en el conjunto de Látinoamérica siempre ha sido considerable. La presencia en la toma de posesión de Brizola, como gobernador de Río de Janeiro, de delegados socialistas de diversos países, de fuerzas revolucionarias de otros países americanos y, concretamente, de los guerrilleros de El Salvador, no parece un mero gesto protocolario. El propio Brizola ha declarado que Brasil, "después de las elecciones, es diferente", y que desea hacer de Río un "polo de ideas" que cuestione las actuales estructuras. Dentro de las situaciones tan diferentes que existen en Latinoamérica, parecen abrirse paso convergencias, solidaridades, ayer inconcebibles. Se hace notar una tendencia de fondo al agotamiento de las dictaduras militares un despertar de nuevos proyectos políticos. Una búsqueda de caminos abiertos al pluralismo que puedan constituir sistemas de gobierno realmente democráticos.

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