Tribuna:

Un cadáver secundario

Hace una semana que se suicidó Arthur Koestler. Su gesto ha provocado una marca de artículos de prensa y una sobrecogida admiración ante su lucha hasta el final por mantener la ilusión de que se es libre. Pero en estos siete días de literatura necrológica no he leído nada sobre Cynthia, Cyrithia a secas, sólo esposa. Amaneció tan muerta como él, pero el suyo era un cadáver secundario. Ambos pertenecían á VES, la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria, y esto confiere a la letal coherencia de Koestler un matiz aún mas deslumbrante. VES, dicen los asociados, no tiene nada que ver con el suicidio:...

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Hace una semana que se suicidó Arthur Koestler. Su gesto ha provocado una marca de artículos de prensa y una sobrecogida admiración ante su lucha hasta el final por mantener la ilusión de que se es libre. Pero en estos siete días de literatura necrológica no he leído nada sobre Cynthia, Cyrithia a secas, sólo esposa. Amaneció tan muerta como él, pero el suyo era un cadáver secundario. Ambos pertenecían á VES, la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria, y esto confiere a la letal coherencia de Koestler un matiz aún mas deslumbrante. VES, dicen los asociados, no tiene nada que ver con el suicidio:. defiende el derecho a acabar dignamente cuando la enfermedad o la vejez te hacen desear la muerte". Koestler tenía 77 años y un Parkinson desbaratándole la vida. Cynthia sólo había cumplido 56 y tenía salud, futuro y una ardiente. melena de leona. La muerte por amor es una mentira cultural.Koestler, que era un orgulloso guerrero de la vida, aprovechó bien sus últimos veinte años de existencia: continuó su trayectoria de escritor y se casó ya sesentón con Cynthia, Cynthia a secas. Pero ella, a los 56, probablemente pensaba que era vieja. Era una mujer fuerte y hermosa, una mujer desconocida, Cynthia sin pasado ni apellido, Cynthia Expósita para la historia y para el mundo. Nadie ha. hablado de ella, nadie ha mencionado lo intempestivo de su muerte. Sólo sabemos que desde que se casó con Koestler trabajba para él de secretaria, fiel sombra femenina del gran hombre: tambien Stephan Zweig se mató junto a su esposa, tambien Paul Lafargue se suicidó con su mujer, la hija de Marx. Koestler, que empeñó toda su vida en un combate por la propia libertad y por la dignidad de ser persona, no parecía herido en sus principios al convivir con una mujer supeditada, una mujer tan poco libre en su destino que incluso su suicidio fue ajeno. De Cynthia, Cyntha a secas, sólo nos queda su retrato, esos separados ojos mercuriales, la boca feroz, el rizo infantil. Pequeños detalles que ya pertenecen al olvido. Koestler se suicidó hace siete días: murió de su propia muerte, como el héroe. A Cynthia la habían suicidado hace ya tiempo.

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