La política exterior: Gibraltar y Ceuta-Melilla

( ... ) El nuevo Gobierno no pierde el tiempo en política exterior: en diez días de mandato ha dejado oír su voz ante la OTAN y ante la CEE.En ambas ocasiones ha reiterado la vocación occidental y europea de España y recordado que ésta se prolonga en nuestros tradicionales lazos con Iberoamérica.

Sin embargo, puede hablarse ya de nueva política exterior, en un doble sentido: el Gobierno no quiere que la cuestión de Gibraltar ni la de Ceuta-Melilla, según recientes declaraciones de Felipe González a periodistas estadounidenses, se duerman en los tradicionales laureles de la reivindicació...

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( ... ) El nuevo Gobierno no pierde el tiempo en política exterior: en diez días de mandato ha dejado oír su voz ante la OTAN y ante la CEE.En ambas ocasiones ha reiterado la vocación occidental y europea de España y recordado que ésta se prolonga en nuestros tradicionales lazos con Iberoamérica.

Sin embargo, puede hablarse ya de nueva política exterior, en un doble sentido: el Gobierno no quiere que la cuestión de Gibraltar ni la de Ceuta-Melilla, según recientes declaraciones de Felipe González a periodistas estadounidenses, se duerman en los tradicionales laureles de la reivindicación verbal en un caso y la defensa en otro; y al mismo tiempo, no se exigen prisas, pero sí claridad a la CEE; por otra parte, hay un evidente interés internacional en comprender la postura del nuevo Gobierno español y en dialogar con él, fruto, sin duda, de que el triunfo socialista se ve como un paso decisivo en la consolidación democrática de España.

En este marco, y tras su primera salida ante la OTAN, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, estuvo el lunes en la misma capital belga, pero ante la CEE. Hay que anotar, de entrada, su tono moderado. España no tiene nada que hacer si va a la CEE con exigencias de plazos inmediatos y con amenazas. Por una razón bien sencilla: en las relaciones de fuerza política europea, España pesa muy poco. Sin embargo, de aquí a resignarse permanentemente a una espera ineficaz media un abismo. Ya Calvo Sotelo, siendo hace cuatro años ministro para las Relaciones con la CEE, anunció con seguridad que el 1 de enero de 1982 sería la fecha definitiva para la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea, de la que hubiera sido fundadora si las estructuras del país hubieran sido democráticas. El año termina y la promesa es obvio que no ha podido cumplirse. Ante las diversas maniobras dilatorias de la CEE, los sucesivos Gobiernos españoles habían agotado sus recursos.

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Ahora, el nuevo ministro cifra sus esperanzas en 1986, antes del término de la presente legislatura. Ha pedido a Europa claridad y calendario concreto. Instigados por Francia, los líderes europeos de la CEE no tienen, en cambio, ninguna prisa. Es pronto para saber si entraremos otra vez en el tradicional ciclo de promesas y desengaños. ( ... )

15 de diciembre

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