Israel autorizó la entrada de los falangistas en los campos palestinos sabiendo que podían perpetrar una terrible venganza

El testimonio del primer ministro israelí, Menájem Beguin, ante la comisión jurídica que investiga las circunstancias en que se produjo la matanza de los palestinos en los campos de Beirut y de establecer las responsabilidades a que hubiera lugar reveló ayer la increíble ligereza con la que el Gobierno de Tel Aviv, reunido d 16 de septiembre, aprobó la entrada de los falangistas en los campos de Sabra y Chatila.

Las piezas del horrible rompecabezas, poco a poco, se van recomponiendo. El resultado de interrogatorio del primer ministro israelí, que se prolongó ayer durante más de una hora...

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El testimonio del primer ministro israelí, Menájem Beguin, ante la comisión jurídica que investiga las circunstancias en que se produjo la matanza de los palestinos en los campos de Beirut y de establecer las responsabilidades a que hubiera lugar reveló ayer la increíble ligereza con la que el Gobierno de Tel Aviv, reunido d 16 de septiembre, aprobó la entrada de los falangistas en los campos de Sabra y Chatila.

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Las piezas del horrible rompecabezas, poco a poco, se van recomponiendo. El resultado de interrogatorio del primer ministro israelí, que se prolongó ayer durante más de una hora, es que no solamente el viceprimer ministro David Levy había previsto la posibilidad de que tuviese lugar una matanza, sino también que esa eventualidad fue señalada por el general jefe del Estado Mayor, Rafael Eytan, en términos espeluznantes: "Los falangistas afilan sus cuchillos... Tras, el asesinato de su jefe, Bechir Gemayel, he visto la muerte en sus ojos... Se prepara una venganza como jamás se haya visto".Estos extractos del acta de la reunión del Gobierno israelí del 16 de septiembre fueron leídos por el general de la reserva Yona Efrat, miembro de la comisión investigadora, en la cual participan también dos jueces de la Corte Suprema de Israel, Itzak Kahane y Aharon Barak.

Un significativo silencio se hizo en la sala de audiencias cuando se leyeron esos extractos. Beguin parecía confuso y molesto. Y razones tenía para estarlo. Unos momentos antes había declarado, respondiendo a una pregunta del juez Kahane: "Nadie, salvo tal vez Levy, podía imaginar que los falangistas, que son una fuerza militar estructurada y disciplinada, podrían comportarse de esa forma". Pregunta: "¿Y las reservas expresadas por el viceprimer ministro Levy no le parecieron alarmantes?". Beguin: "No. No especialmente. Levy no solicitó que se votase con respecto a la entrada de los falangistas en los campos. Ni siquiera pidió que se discutiese el asunto. Y, dado que ningún oficial superior puso de relieve la posibilidad a la que Levy hizo alusión, el Gabinete, unánimemente, aprobó la entrada de los falangistas en los campos".

Tras una breve duda, Beguin añadió: "Por otra parte, yo no seguí con atención los temores expresados por el ministro Levy, porque estaba ocupado en redactar las conclusiones de la reunión del Gabinete". Fue entonces cuando el general Efrat citó, leyéndolas casi palabra por palabra, las frases del general Eytan en el curso de esta reunión fatídica del Gobierno israelí que dio la autorización a los falangistas para que entrasen en los campos palestinos.

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Intervención profética

Beguin no negó haber oído la intervención terriblemente profética del jefe del Estado Mayor. No hizo ningún comentario. Permaneció silencioso, con la cabeza ligeramente inclinada y una expresión de ensimismamiento en los ojos.

A lo largo de su declaración, en algunas ocasiones penosa, el primer ministro israelí dio prueba de una gran dignidad y conservó una calma ejemplar. Respondió a las preguntas de los jueces y del general Efrat con precisión y franqueza, y no trató de andarse por las ramas.

En ningún momento Beguin invocó el derecho a no responder en público y no se acogió a la excusa de la seguridad del Estado para exigir que la sesión se celebrase a puerta cerrada. Cabe señalar, a este respecto, que las actas de las reuniones del Gobierno son confidenciales y que el primer ministro hubiese podido, recurriendo a la ley, exigir que los extractos no fuesen leídos en público. En pocas palabras, el testimonio de Menájem Beguin fue un ejemplo del funcionamiento impecable e implacable de la democracia israelí.

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