Tribuna:SPLEEN DE MADRID

La Rosa

Cuando aparecieron las primeras vallas del PSOE con su slogan, Por el cambio, algunos amigos y enemigos de ese partido criticaron con agudeza un fallo estético: la o de cambio había sido sustituida por la rosa emblemática del PSOE. Mal hecho.Mal hecho porque "cambio" es la palabra clave de todas las campañas, de todos los partidos, y había que dejarlo claro. (Aquí necesitaría yo una rosa tipográfica, en lugar de la o, para que vieran ustedes el efecto, aunque lo tienen bien visto, pero toda la tecnología de este periódico romántico, jubilosamente inaugurada en Barcelona, no llega...

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Cuando aparecieron las primeras vallas del PSOE con su slogan, Por el cambio, algunos amigos y enemigos de ese partido criticaron con agudeza un fallo estético: la o de cambio había sido sustituida por la rosa emblemática del PSOE. Mal hecho.Mal hecho porque "cambio" es la palabra clave de todas las campañas, de todos los partidos, y había que dejarlo claro. (Aquí necesitaría yo una rosa tipográfica, en lugar de la o, para que vieran ustedes el efecto, aunque lo tienen bien visto, pero toda la tecnología de este periódico romántico, jubilosamente inaugurada en Barcelona, no llega a eso: a ver, ese rayo láser, que me dibuje una rosa.) Busco en el teclado de mi vieja olivética y lo más aproximado que encuentro es el signo del dólar -$-, pero comprendo que no es lo mismo. Al comenzar oficialmente la campaña, el día seis, los socialistas han cambiado la rosa de sitio, lo que prueba su perspicacia para detectar críticas y admitirlas. Ahora convierten en rosa la o de Vota, y dan íntegra la palabra cambio, que es sustancial. También se ha culpado de ingenuidad a los socialistas por dejar mucho espacio en blanco en los carteles, lo que daría lugar a pintadas espontáneas y contradictorias. Me parece, en principio, que el blanco tiene mucha fuerza y mucha belleza, mucha eficacia subliminal, en tipografía (Mallarmé soñaba con el libro en blanco), y me parece, sobre todo, que el PSOE deja espacio, en los carteles y en la política, a la participación de los demás y la aportación espontánea.

La rosa, la ingenua rosa de Rilke, "pura contradicción, sueño de nadie bajo tantos párpados", se ha convertido, por efecto de la controversia política, en algo así como una herida/ anagrama de no sé qué rojos, y hay quien quisiera hacemos creer que la rosa esconde una hoz, un martillo y el bigote de Stalin. Efectivamente, la rosa de Felipe González, como la rosa rilkeana, es hoy el sueño de nadie, o sea de muchos, bajo tantos párpados como sueñan con una España en paz, libertad, igualdad y civilidad. Pero hay que saber colocar la rosa, la metáfora, el perfume y el énfasis del cambio, porque esta rosa sube y flota cada vez más alta en la marea de las sofemasas, de modo que va siendo ya, queramos o no, la rosa que condecora la solapa unánime de millones de españoles. Los socialistas, si llegan a gobernar, no tienen que equivocarse de sitio para colocar la rosa, la metáfora del cambio social. Tienen que saber en todo momento si colocan la rosa progresista / rilkeana en la cuestión del paro, en la cuestión del terrorismo, del golpismo, de la enseñanza, y así. He hablado aquí de la "estatalización del niño", tan dirigido por la enseñanza privada hacia un modelo de Estado que ya no es así. Hay que desestatalizar al niño y no estatalizarle tampoco hacia un Estado / PSOE, que no sería el verdadero Estado. Unos 2.000 aspirantes se van a quedar fuera, este año, por saturación de la facultad de Periodismo. Alfonso Guerra me parece que ha hablado de ciertos "respetos a la persona" que, según como se interpreten, podrían convertirse en un control desde el cambio, control que asimismo utilizaría alguien, desde la oposición, para hablar de la tan nombrada "dictadura de izquierdas" e incluso, faltaría más, del "humanismo cristiano". Gran cuidado con colocar bien la rosa en esto de la libertad de expresión, tíos.

Algunos banqueros ya se han puesto en la solapa metafórica la rosa del cambio. Se estrena en el Martín una nueva -versión de Mariana Pineda, de García Lorca. Qué puras manos las de: Marianita, antes de que la matase Pedrosa, para bordarle a España la rosa del cambio. ¿Volverá Pedrosa?

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