Editorial:

Aventurerismo golpista

LA NOTICIA de la detención de tres jefes militares acusados de conspirar contra la seguridad del Estado pone una vez más de relieve la actividad de los grupos involucionistas en el seno de las Fuerzas Armadas. Aunque las informaciones son aún pocas y la discreción excesiva, es seguro que los dos coroneles y el teniente coronel arrestados el sábado mantuvieron contactos con algunos de los condenados por el delito de rebelión militar en el sumario del 23-F. La incomunicación subsiguiente del general Milans y otros cabecillas de aquella sublevación así lo hace suponer; y este es un buen motivo pa...

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LA NOTICIA de la detención de tres jefes militares acusados de conspirar contra la seguridad del Estado pone una vez más de relieve la actividad de los grupos involucionistas en el seno de las Fuerzas Armadas. Aunque las informaciones son aún pocas y la discreción excesiva, es seguro que los dos coroneles y el teniente coronel arrestados el sábado mantuvieron contactos con algunos de los condenados por el delito de rebelión militar en el sumario del 23-F. La incomunicación subsiguiente del general Milans y otros cabecillas de aquella sublevación así lo hace suponer; y este es un buen motivo para preguntarse por cuál ha sido el régimen de encarcelamiento de unos individuos que en su día atentaron tan alevosamente contra la patria. La facilidad de movimientos y comunicación que los culpables de la intentona frustrada del pasado año han disfrutado en sus celdas de lujo ha sorprendido siempre a los observadores y ha sido objeto de numerosas críticas de los medios de opinión.Es preciso reconocer la capacidad de reacción del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) frente a lo que parece por ahora sólo la punta del iceberg de una complicada trama. La renovación que en los últimos meses se viene realizando en el seno de la inteligencia militar -renovación sin duda no agotada aún- contribuirá a dar solidez a las estructuras del Estado democrático. Al mismo tiempo es necesario señalar la urgente necesidad de ampliación informativa que la opinión pública siente. Tres militares solos no suelen pactar pata poner en peligro la seguridad de un Estado, y sería lamentable que se repitiera la experiencia de la operación Galaxia cuando se quiso concretar en Tejero e Inestrillas todas las culpas del caso. Los ciudadanos tienen derecho a conocer el contenido de la documentación incautada a los detenidos, el número y calidad de los posibles implicados, la concreción de los planes de los que se les acusa y, nuevamente, la eventual ligazón con tramas o sectores civiles que pudieran apoyarles.

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Respecto a la oportunidad del momento de las detenciones, poco se puede decir con tan escasa información en torno a ellas. La interrogante esencial es: ¿se ha abortado un intento de golpe a punto de cuajar o se ha desarticulado, el plan en sus albores? Nos parece, sin embargo, que no tienen fundamento las especulaciones que otorgán matices electoralistas a una decisión tan grave como la tomada el sábado. La existencia del golpismo en el seno de las Fuerzas Armadas no es ninguna novedad, y si el llamado voto del miedo puede acarrear algún electorado a partidos conservadores, por el temor de que una victoria socialista aliente aún más los fantasmas del golpe también es verdad que noticias como ésta contribuirán al voto útil de la izquierda -incluso de la tradicionalmente abstencionista- en torno al PSOE.

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Cabe señalar el desprestigio continuo que sucesos como estos vuelcan sobre el aprecio de las Fuerzas Armadas por parte de la sociedad civil. Es necesario, al margen las lógicas y obligadas actividades de investigación, disciplinarias y judiciales, que desde el propio Ejército se desautorice una vez más al aventurerismo golpista. El honor de los militares y la dignidad del uniforme que visten están en juego.

Y finalmente, una reflexión sobre la inutilidad. histórica de estas conspiraciones criminales. Aun en el caso improbable de que se produjera un acuerdo de numerosos jefes del, Ejército con el objeto de promover una rebelión, en absoluto parece posible que un golpe militar tuviera éxito en España. Frente a la insensatez de los que imaginan lo contrario, cabe mostrar la realidad de una sociedad civil moderna y articulada, dispuesta a resistir; la absoluta e inquebrantable decisión del Rey de enfrentarse a todo intento de ese género, y la difícil complicidad exterior de alguna potencia en las actuales circunstancias internacionales. Una nueva intentona de golpe sólo sería siembra de terror y de nuevas divisiones de españoles, pero, al margen del daño inicial y cruento que sobre la vida y los bienes de algunos de ellos pudiera ocasionar, estaría, a corto plazo, condenada al más absoluto de los fracasos.

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